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– ¡A ver, listo! La cocina no es matemática pura. ¿Todavía no te has enterado? –bramó Eduardo Armendáriz a escasos centímetros del oído de uno de sus cocineros. El papel con la receta para elaborar sopa ligera de guisantes y menta para diez personas reposaba, encima de la mesa enfundada en un plástico transparente, ajeno a la escena.
El joven cocinero miró a su jefe con cara de incrédula inocencia. Solo llevaba con ellos un par de semanas.
– Esta es la receta para diez personas. Y no es lo mismo hacer para diez que para trescientos.
– Solo hay que multiplicar por … ¿treinta? –balbuceó.
– Joder, que no, hostia, que no. ¿Todavía no te has enterado de que tenemos tres tipos de proporciones para la misma receta?
– Esta receta no la he hecho nunca. Y eso no lo entiendo.
– Pues muchas de las recetas las tenemos organizadas así, y esta es una de ellas. Tenemos tres clases. Para diez, para cien y para trescientos. Y son diferentes, ¡coño!
– ¿Para elaborar la misma receta? Entonces … saldrán distintas –razonó.
– Efectivamente –ironizó el jefe–. Precisamente porque son distintas el resultado siempre es el mismo. Vete a buscar la otra. Venga, vuela.
- Fuente: Publicado por la editorial Destino, en 2019.
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