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Forrest y Gamp, funambulistas (Junio 2004)
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Forrest y Gamp eran funambulistas, con más valor que luces, más ilusiones que fama y con la cabeza tan llena de proyectos como vacío el bolsillo de dinero.

Aquel día llegaron a Zaratán, un pueblo cercano a Valladolid, dispuestos a representar su espectáculo en la Plaza Mayor del pueblo, contratados por el ayuntamiento para amenizar las fiestas patronales. Lo primero que hicieron fue ir a almorzar a un mesón y se encontraron con que no pudieron comer ya que el camarero estaba empeñado en colocar cuatro sillas en cada una de las 12 mesas que había en el comedor con la dificultad añadida de que solamente tenía 47 sillas. Así, cuando tenía sentados a todos los clientes, cuatro en cada mesa y llegaba a la última de las 12 mesas se desesperaba al ver que allí solamente había 3 sillas, así que hacía levantarse a un comensal de la mesa más cercana rogándole que se sentara en la última mesa con su silla, encantado de haber resuelto el problema de que cada una de las 12 mesas tuviera sus 4 sillas.

Pero su alegría duraba poco, ya que cuando se disponía a servir la mesa número 12 se dio cuenta de que en la mesa número 11 faltaba una silla, con lo cual se dirigió a uno de los clientes de la mesa número 10 para rogarle que se trasladara a la mesa número 11... y otra vez contento. Hasta que se dio cuenta de que el problema se repetía en la mesa 10 y después en la 9, y en la 8, hasta que retrocedió hasta la primera mesa para comprobar, desesperado que solamente tenía 3 sillas. Y vuelta a empezar.

-Ese camarero es un poco corto. No se ha dado cuenta de que necesita una mesa más y cinco sillas nuevas para resolver su problema y así el comedor tendrá 13 mesas y 52 sillas –dijo Forrest, que había contemplado el trajín del comedor desde la barra.
-No seas bruto, no ves que no cabrían en el comedor, –exclamó Gamp- lo que hay que hacer para resolver el problema es tirar por la ventana una mesa y tres sillas, y así todo arreglado.

Dejaron sus copas sobre la barra, se acercaron hasta la mesa número 1 y, muy amables, les rogaron a los tres comensales que en ella almorzaban:

-Nos permiten, por favor; ¿Pueden levantarse un minuto?

Las tres sillas y la mesa con su mantel, sus servilletas, sus platos, cubiertos, copas, panecillos, salero y la botella de vino de Rueda recién servida fueron a para a la plaza a través de la ventana abierta, ante el estupor de los que llenaban el comedor aunque con la alegría del camarero, tan inteligente como ellos, que así vio resuelto su problema: 11 mesas cada una con 4 sillas.

No pensó lo mismo el dueño del mesón ni la guardia civil mientras los conducía al cuartelillo por alterar el orden público y por declararse insolventes ante el estropicio, apuro del que les sacó el alcalde pagando los desperfectos con tal de que actuaran en la plaza y de que le devolvieran el dinero prestado de lo que les pagaría por la actuación.

Ya en la plaza y al desembalar el material necesario para su actuación, Forrest descubrió que uno de los 2 postes que utilizaban estaba roto por la mitad.

Su número consistía en colocar dos postes perpendiculares al suelo, bien verticales y sujetos con tirantes al suelo, uno más alto que el otro, uniendo ambos postes en su extremo superior con 2 cuerdas sobre las que ellos andarían, partiendo uno de cada extremo hasta encontrarse en el medio, con la dificultad añadida de la inclinación de las cuerdas, al ser distinta la altura de los postes. Forres siempre escogía ir cuesta abajo y Gamp, a regañadientes, aceptaba ir cuesta arriba, pero siempre se encontraban en el centro exacto de las cuerdas.

Ahora, desolados, miraban el poste roto hasta que Gamp dijo:

-Reaccionemos, Gamp. Si el poste está roto, no trabajamos; si no trabajamos no cobramos, si no cobramos no pagamos nuestra deuda y si no pagamos nuestra deuda pasamos una noche, por lo menos, en la cárcel.

-Muy bien, pero, ¿qué propones?

-Que vayamos a un carpintero para que nos haga un nuevo poste.

-Muy bien. Pero, ¿cuánto medía el poste que se ha roto? –preguntó Forrest.

-El poste que no se ha roto mide 15 metros. Y el que se ha roto no me acuerdo exactamente cuanto medía.

-¿Sabes cuanto mide el poste que está bien y no te acuerdas cuánto medía el poste que se ha roto?

-No, no me acuerdo, pero sí recuerdo que medía cinco veces y media lo que yo mido más 4 centímetros y medio–contestó Gamp.

-Pero, ¿tú eres idiota? ¿No sabes lo que medía y sabes todo eso tan difícil?

-Sí, ya sabes que yo soy muy listo para estas cosas. A ver, déjame una calculadora.

-No tengo.

Empezaron a pedir una calculadora a todo el que pasaba por la plaza hasta que un inspector de Hacienda les dejó la suya.

-Pero se la dejo con una condición: que me ayuden a resolver este problema:

¿Cuántos números de dos cifras hay que al dividirlos por la suma de sus cifras nos dé exactamente 7, ni más ni menos?

-¿Eso es todo? –preguntaron los dos funambulistas a la vez.

-Bueno, puedo añadir que en un número de 2 cifras no puede aparecer el 0 en la cifra de las decenas.

-Ah, bueno, así es mucho más fácil.

-¿Sí? ¿Pues díganme como lo resuelvo? –preguntó el inspector.

-Eso es cosa suya, que lo nuestro es averiguar cuánto medía el poste que se nos ha roto, que si no, no podemos trabajar.

Forrest y Gamp se aprestaron a resolver el problema calculadora en mano mientras el inspector de Hacienda, sentado en un banco, le daba vueltas a su problema mientras revisaba 7.350 declaraciones de la renta sospechosas de contener datos manipulados, que para eso están los inspectores, para sospechar.

-A ver- preguntó Forrest, calculadora en mano- ¿Cuánto mides?

-1 metro 81 centímetros.

-Muy bien. Vamos a ver: lo que mides, por la cantidad que dijiste, más los centímetros que añadiste, total... ¡Ya está! El poste mide eso de largo –concluyó, orgulloso, Forrest.

-¿Seguro? –preguntó Gamp.

-Seguro.

-¿Por qué no lo repasas?

-No hace falta: el poste mide eso.

.¿Cuánto?

-Pues todo eso de largo.

-No, de largo, no. De alto –dijo Forrest.

-Es verdad, que tonto soy.

-Eso es –dijo Gamp- ahora me acuerdo, el poste roto medía justo eso, lo que tú has calculado.

-Pero si no sabes cuánto ha sido.

-Ya, pero tengo mucha confianza en ti.

A las 2 horas ya tenían el nuevo poste preparado y bien sujeto con tirantes al suelo. Forrest trepó por el poste nuevo para atar arriba del todo el extremo de una de las cuerdas. Y se bajó para atar el extremo de la otra cuerda en lo alto del poste de 15 metros. Siempre lo hacía así: primero el extremo de una cuerda y luego el de la otra, para volver a subir otra vez al primer poste y otra vez al segundo, como precalentamiento, mientras Gamp, más vago, miraba desde abajo.

Pero esta vez, cuando Forrest bajó del segundo poste, amarrados ya los extremos de las dos cuerdas a los extremos de los dos postes, se encontró con que Gamp había atado el otro extremo de cada una de las cuerdas al comienzo del poste contrario, junto al suelo. Las dos cuerdas bien tensas se cruzaban formando un aspa, el signo de la multiplicación.

-Pero, ¿eres idiota? ¿Qué has hecho?

-He inventado un nuevo número, así bajaremos los dos hasta encontrarnos en el medio, que ya estoy harto de que tú bajes y yo suba.

-Y, ¿a qué altura nos encontraremos ahora? Es decir, ¿a qué altura del suelo se cruzan las cuerdas?

-¡A más de 5 metros de altura del suelo!

-Y, ¿cómo lo sabes?

-Porque mientras atabas las cuerdas y subías y bajabas, le pedí otra vez la calculadora al inspector de hacienda y he calculado bien calculada la altura: más de 5 metros del suelo.

-¿Seguro?

-Seguro.

- ¿Pero cuánto más?

- Pues...No me acuerdo

-Y, ¿qué distancia separa a los dos postes?

-Ah, ni idea.

-Pues pídele otra vez la calculadora al inspector.

-Imposible, ya se ha ido.

-Bueno, déjense de discusiones y que empiece la función –dijo el alcalde dando dos palmadas- que el público espera.

Y Forrest y Gamp treparon cada uno a su poste dispuestos a empezar la función, pero pensando cómo se las arreglarían para saber qué distancia había entre los dos postes para colocarlos así en la próxima función, ya que tenía razón Gamp, admitió Forrest: así es más emocionante el número.

¡Ale, hop!

 

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