8. (Junio 2014) Brujas matemáticas
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Escrito por Ángel Requena Fraile   
Martes 03 de Junio de 2014

Brujas matemáticas

Durante el medievo los textos griegos disponibles se limitaban a unos pocos y casi todos provenientes de traducciones del árabe. Tras la conquista de Constantinopla por los otomanos en 1453 se produce en occidente, especialmente en Italia, la llegada de textos griegos originales que van a provocar el renacer del helenismo.

Los nuevos textos se van a unir al desarrollo de la imprenta para producir el gran impulso que conocemos como humanismo. Se produce también un redescubrimiento de Platón y los neoplatónicos.  Será en la Florencia de los Médicis con Marsilio Ficino (1433-1499) y con el joven Pico de la Mirandola (1463-1494) donde se impregnarán las nuevas ideas de esoterismo y magia. Se trata de magia blanca o natural frente a la magia negra o diabólica. El investigador de la naturaleza, el físico matemático, el mago natural, debe ser estudioso y virtuoso.

El Discurso sobre la dignidad del hombre de Pico es el manifiesto de una época donde ocultismo y ciencia se funden. Siglo y medio después, el hermetismo, la cábala y la magia se irán haciendo incompatibles con la revolución científica, ruptura que teoriza Descartes, aunque sus huellas todavía sean visibles en Newton.

Con el platonismo se produce la revalorización de la matemática. El mago debe saber matemáticas para desentrañar los misterios de la naturaleza, diseñada por la bondadosa mente divina pero accesible a los hombres que la investiguen. Una figura que sintetiza esa cultura es el matemático isabelino John Dee (1527-1608). Dee fue astrónomo, ocultista, alquimista, navegante o consejero real, a la vez que matemático.

El espíritu renacentista se extiende por las diversas cortes italianas. Los príncipes y condotieros compiten entre sí para atraer escritores y artistas. Mención especial para nuestra historia merece la ciudad de Ferrara con el mecenazgo de Alfonso I de Este. Allí encontraremos a Ludovico Ariosto escribiendo su influyente Orlando furioso en honor del duque, pintores como Dosso Dossi, Bellini o Tiziano, y también a  un poeta alquimista como Augurelli (Augurello, Agorelli), formado en el hermetismo con Ficino.

El prototipo de hechiceras clásicas es la diosa Circe (y su sobrina Medea). Encontramos a Circe en la Odisea de Homero, las Metamorfosis de Ovidio o en la Eneida de Virgilio. Los humanistas del renacimiento van a darla a la maga un valor acorde con los nuevos tiempos. Ariosto crea la figura de Melisa, la maga buena que libera del encantamiento a Rogelio con un anillo que hará que vea a Alcina en su verdadero ser y pueda escapar de ella.

El pintor Giovanni di Niccolò Luteri, conocido como Dosso Dossi, se encuentra en Ferrara, la ciudad donde trabajó siempre, cuando realiza la representación de la inquietante bruja matemática que encabeza este escrito y que ahora se localiza en la Galería Borghese de Roma. Ni siquiera hay acuerdo con el título: Circe o Melisa. En ambos casos se trata de una hechicera que transforma a los hombres en animales o plantas.

Como Dossi tiene atribuida otra Circe, me inclino más por Melisa, la hechicera del Orlando furioso de Ludovico Ariosto. Tanto Dossi como Ariosto son animadores de la corte de Alfonso de Este. Melisa libera del encantamiento amoroso a Rogelio con un anillo que hace que vea a Alcina en su verdadero y monstruoso ser. Rogelio tomará su armadura y escapará. También liberará a Astolfo, duque de Inglaterra,  al devolverle su forma humana pues había sido convertido en un mirto.

Brujas matemáticas

Lo inquietante es la representación de la hechicera mediante una maga que porta una tablilla con cálculos geométricos. La extrañeza de hoy no es la de su época: la física era conocida como magia natural en el Renacimiento de Ficino y Pico. La magia blanca era buena y se alcanzaba con el estudio y la iniciación mientras que la magia negra era demoníaca. La matemática es pieza esencial en ese mundo neoplatónico-pitagórico.

La otra Circe pintada por Dosso Dossi se encuentra en la National Gallery of Art en Washington. Se trata de una Circe mucho más voluptuosa, se ha comparado con el desnudo de Leda de Leonardo, pero sigue conservando la tablilla matemática y su libro astrológico en el suelo para dar testimonio de que sus poderes se consiguen por el estudio: solo se penetra en los misterios a través de una formación que requiere de las matemáticas.

Brujas matemáticas

La imagen de la hechicera matemática se conservará hasta el barroco. El grabado de Circe ejecutado por Giovanni Benedetto Castiglione (circa 1650) insiste en el mismo tema. Aunque algo difuminados por la propia técnica del grabado, podemos  apreciar claramente que los libros y apuntes son matemáticos.

Brujas matemáticas

Brujas matemáticas

Vamos a reseñar dos pinturas más de brujas matemáticas, procedentes de los pinceles de los hermanos Guidobono, inspirándose seguramente en las Circes de Dossi. La primera es la Alegoría de Domenico Guidobono en el Metropolitan Museum de Nueva York.

Brujas matemáticas

La alegoría es ya casi rococó y refuerza su carácter matemático con un compás. La bruja madura aparece acompañada de una niña a la que está transmitiendo su arte. En un ambiente forzado, casi bodegón, la bruja realiza sus investigaciones matemáticas. Los poderes se obtienen estudiando el orden del universo, la magia natural de los renacentistas que está en el origen de la revolución científica. La niña garantiza la transmisión de los ocultos conocimientos.

También Bartolomeo Guidobono pintó su propia bruja ilustrada. El Palazzo Madama de Turín realizó una monográfica de los hermanos en el año 2012 donde se pudo contemplar otra hechicera con instrumentos propios de un gabinete de física matemática y de alquimia.

Brujas matemáticas

Resulta curioso como muchas de las ensoñaciones de los ocultistas herméticos, como el sueño alquimista de la piedra filosofal, iban a ser resueltos por la ciencia moderna: el plomo se puede transformar en oro en los aceleradores de partículas… ¡pero a un precio que no merece la pena! Las brujas geómetras son tanto muestra de los titubeos en los orígenes de la ciencia moderna como de su percepción del valor de la matemática.

 
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