A través del visor
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El Correo, 4 de septiembre de 2002

JAVIER ARMENTIA A través del visor

En 1895, los hermanos Lumière conseguían desarrollar una técnica de representación de imágenes en movimiento que iba a cambiar el mundo. El cine era resultado de la aplicación de tecnologías como la de la fotografía, la química, pero también la mecánica de precisión o la electricidad. Lo que al principio pretendió ser un ,espejo fiel, de una época de enormes cambios y desarrollos científicos, se convirtió en una fábrica de sueños que, aunque se ha ido desarrollando de la mano de los avances en ciencia y técnica, ha olvidado, a menudo, representar fielmente ese mundo que permitió su nacimiento.

Porque, ¿qué imagen nos ha proporcionado el cine de la ciencia? Si hacemos un rápido vistazo a los más de cien años de historia de este medio de comunicación, y reconociendo que ha sido sobre todo el cine de ficción el encargado de transmitir información y costumbres, incluso cambios sociales, lo cierto es que nos encontramos con una serie de estereotipos muy definidos: el científico despistado, el científico chiflado, el científico irresponsable, o el científico cruel y maligno. Centrándose sobre todo en personajes, el cine ha ido transmitiendo una serie de imágenes popularmente aceptadas sobre la ciencia que, sin embargo, distan mucho del trabajo real de los científicos en sus institutos de investigación o en las universidades.

Hay que reconocer que la ciencia ha tenido, en proporción, menos tratamiento en el cine de lo que correspondería a su papel como motor de cambio a lo largo del siglo XX. Pero no se debe culparle de ello, porque lo mismo pasa en el resto del mundo cultural, donde la ciencia sigue siendo una hermana menor de las otras ramas culturales, las ,de letras,. De igual manera, en las películas se ha ido recogiendo, con el tiempo, el trabajo o la vida de científicos, pero sólo de los más llamativos (posiblemente el ejemplo clásico es la película de Mervyn LeRoy de 1943 sobre Marie Curie, con Greer Garson y Walter Pidgeon representando al matrimonio de María Slodowska y Pierre Curie).

Frente a ese cine biográfico (el género denominado ,biopic,), con escasa presencia de científicos famosos (Einstein, algunas veces, recientemente el matemático John Nash en ,Una mente maravillosa,, de Ron Howard), los científicos de Hollywood han sido más bien personajes excéntricos, apartados de la sociedad. Por un lado, tenemos a científicos extravagantes, despistados o completamente chiflados (es obligado mencionar las parodias de Jerry Lewis sobre el tema o, más recientemente, los trabajos de Eddie Murphy o Robin Williams). Para este cine, los tipos con problemas de relación, completamente volcados en su trabajo de investigación, incomprensibles en su forma de hablar, vestidos con bata blanca y decenas de bolígrafos en el bolsillo de la misma, con grandes gafas y flequillo imposible han sido siempre una parodia de gran efecto cómico.

Representación del mal
Y por otro lado, las estrellas en el cine, en lo que se refiere a científicos, lo han sido personajes que van desde el atormentado o resentido por no tener reconocimiento que consigue (sin pensar nunca en las consecuencias) un descubrimiento que acaba en catástrofe al científico malvado, verdadero genio del mal que juega contra toda la humanidad. Pensemos en el Doctor Frankenstein (cuya caracterización más famosa en el cine es de 1931, encarnado por Bela Lugosi). Basado en el personaje que creó Mary Shelley en 1818 en su novela ,Frankenstein o el moderno Prometeo,, este doctor loco ha sido una visión que, en el siglo XX, con la llegada del poder nuclear y la bomba atómica, ha representado popularmente los muchos males que la ciencia puede traernos. El otro personaje que personifica a este científico loco es otro doctor, que nació como relato fantástico: ,El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde,, escrito por Robert Louis Stevenson en 1886, y que ha sido uno de los más representados, y adaptados, en cientos de películas. Una vez más, tenemos a un personaje atormentado, asocial, que investiga más allá de lo que se debe hacer. Y que tiene terribles consecuencias.

Científicos que crean monstruos, juegan con la vida y la muerte, provocan catástrofes... no cabe duda de que el tema da para mucho, y la historia del cine es buena muestra de ello. Pero cabe preguntarse si la imagen ofrecida es la correcta. Desde luego, no es la de una ciencia que ha conseguido cambiar radicalmente la sociedad, aunque quizá sea precisamente por ello, por ese miedo atávico al cambio, que hemos ido creando estos seres malignos en la pantalla. ¿Un aviso?

 
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