CINE Y MATEMÁTICAS
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DEIA, 26 de Febrero de 2002
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Mª Jesús Gandariasbeitia TENÍA CIERTA curiosidad por ver ,,Una mente maravillosa,,, la película candidata a los Oscar con ocho nominaciones. Era una curiosidad doble, primero por ver cómo lidiaba Russell Crowe el difícil papel del matemático John Nash, enfermo de esquizofrenia que consiguió el Nobel de Economía en 1994, y después por la película en sí. Ambas curiosidades quedaron satisfechas con rapidez. El camaleónico Russell está muy bien, a veces algo sobreactuado aunque convincente en este personaje al que persigue obsesivamente la locura. En cuanto a la película no es nada del otro mundo, pero, ojo, la historia que cuenta sí lo es, porque el éxito científico de un hombre con la razón llena de monstruos que le acosan, ahonda en los misterios de la mente humana y resulta conmovedor.

Claro que en esta película había una tercera curiosidad que ha quedado sin respuesta: ¿en qué consiste realmente el descubrimiento que le dio el Nobel a Nash? En el filme, él escribe fórmulas enrevesadas en los cristales y las explica con metáforas, pero sospecho que los espectadores no entendimos nada de la famosa teoría de los juegos de Nash que ha pasado a la posteridad. Y es una pena que nos perdamos algo así ya que, según he leído, esa teoría ha sido luego fundamental en las políticas del mercado laboral e incluso en las ventas millonarias de la telefonía móvil. O sea, lo más de lo más en la economía moderna y desde luego otra película.

No sé si por estas razones o por otras, el cine -fin de semana de estreno en Bilbao- parecía compacto y pensativo. La sala estaba en silencio. No se oía mascar palomitas ni sorber coca-colas. El público rondaba la mediana edad. Son datos que dejo caer como un añadido de ambiente o una nota de color, por si alguien tiene interés.

 
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