El tercer milenio y su comienzo
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La Vanguardia, 19 de Septiembre de 1999
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INDRO MONTANELLI Un lector del "Corriere della Sera" me ha escrito un poco enfadado. Me cuenta que ha leído en el periódico este titular: "La última reina de belleza del siglo ha sido elegida entre polémicas". "Una vez más -me dice- se cae en un error, para corregirlo hace tiempo le pedí su ayuda para que lo clarificara en su sección cotidiana del diario en que colabora. ¿Es que existe alguien capaz de aclarar que el año 2000 pertenece todavía a este siglo y a este segundo milenio? ¿Nadie es capaz de decir claramente que el tercer milenio comenzará el primero de enero del año 2001? ¿O quizá existe un acuerdo entre los productores de champaña y los operadores turísticos, que esperan hacer negocios dos veces (una con trampa y otra verdadera) sobre el comienzo del tercer milenio?"
Querido lector, vamos a ver si podemos decir algo aclaratorio. Es obvio que el año 2000 pertenece todavía al segundo milenio; por la misma razón, el número veinte forma parte de la segunda decena. Quien sostiene lo contrario -y en Italia son muchos, por lo que preveo que este artículo me procurará un diluvio de cartas de matemáticos improvisa-dos- imagina que existió un año cero. Pero esto no resulta lógico: al contar, se comienza desde el número uno.
Desde luego, estas cosas han sido escritas por muchos (también Umberto Eco se ha puesto un poco nervioso por esta inútil e interminable polémica y ha explicado, por enésima vez, esta obviedad). Pero -seamos sinceros- todo esto no servirá de nada. Hace tiempo, precisamente en el "Corriere della Sera", escribí que el marketing actual es más fuerte que la lógica y que las matemáticas. Y ahora lo confirmo.
Y cuando digo "marketing" no pienso en los productores de champaña -y por supuesto no pienso en la discutidísima elección de miss Italia. Desde el Vaticano hasta Tony Blair, desde los periodistas hasta los intelectuales, nadie ha logrado hasta ahora resistirse a la fascinación de aquella cifra redonda -uno, dos, tres ceros- y a la atracción de la palabra "milenio". ¿Cree alguien que la gente está dispuesta a esperar todavía doce meses? Ni en broma. Más bien nos dirían: "¿Acaso están de broma?"
Incluso los aniversarios son celebrados anticipadamente en este mundo que vive siempre a toda velocidad (ha sucedido este mismo año con Hemingway y Borges). Imagínense si esto no iba a suceder con el tercer milenio.
Querido lector que me ha escrito y queridos matemáticos: ¿puedo darles un consejo? No se enfaden con esta prisa tan propia de nuestra agitada época que no tiene ni paciencia ni respeto por los números. No se enfaden conmigo. Yo me limito a levantar acta del fenómeno. Hagan lo mismo, si pueden.
Y todavía querría añadir una cosa, es una invitación. No hablemos más de ello (aunque, pesimista como soy, estoy seguro de que por lo menos otros muchos seguirán haciéndolo). No vayamos a obsesionarnos o a pelearnos los defensores del año 2000 contra los defensores del 2001. El calendario, a fin de cuentas, no es más que una aproximación. Todo el mundo sabe hoy que Jesucristo nació unos años antes de lo que se viene diciendo y que la actual numeración depende de un error de cálculo de un monje medieval. Nuestras medidas del tiempo, en definitiva, no son más que una pequeña dosis de anestesia ante el miedo que nos produce la vecindad con el infinito.
No perdamos tiempo con tonterías. Pensemos, en cambio, en hacer el bien durante el tiempo que nos es concedido.

 
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