33. Mentes Autistas
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Escrito por Miquel Barceló   
Viernes 01 de Septiembre de 2006

Permítanme que esta vez, abandonando por un tiempo la Topología Ficción y otros temas matemáticos, me atreva a hablarles no de la matemática, sino de quienes la hacen, los matemáticos (y matemáticas...). Espero que sepan perdonarme el atrevimiento.

Empecemos con un largo rodeo...

Hace años que Elizabeth Moon es ampliamente conocida en el mundillo estadounidense de la ciencia ficción, aunque sigue siendo poco conocida del lector español. Es famosa en todo el mundo por sus novelas que se engloban en una peculiar space opera con protagonista femenina, en un logrado intento por ridiculizar los clichés machistas que infectan habitualmente ese tipo de novelas. La serie de la capitana Haris Serrano, la de Esmay Suiza, y la más reciente protagonizada por Kylara Vatta son emblemáticas en este sentido. Aunque sigan inéditas en España...

Pero de vez en cuando (demasiado de vez en cuando para mi gusto), Moon escribe otro tipo de novelas, un tanto al margen de la space opera y la aventura pero, a mi entender, del todo imprescindibles.

Hace ya una década, publicó RESTOS DE POBLACIÓN (1996), donde se nos narraba la aventura crepuscular de Ofelia, una anciana de se-tenta años que decide, unilateralmente, quedarse como única pobladora humana de un pla-neta cuando se abandona y disuelve la colonia de la que formaba parte. La novela fue finalista del Premio Hugo de 1997 y es una de las que me enorgullezco de haber publicado en España dando a conocer a una autora más bien sorprendente y un tema, el de las mujeres ancianas, francamente sugerente. Pero no es éste el tema del que vamos a hablar este mes.

En 2004, Elizabeth Moon sorprendió de nuevo a muchos con una maravillosa novela, LA VELOCIDAD DE LA OSCURIDAD, con la que obtuvo el prestigioso Premio Nebula (el Oscar de la ciencia ficción). Trata de la emotiva y absorbente historia de un autista, Lou Arrendale, en un futuro cercano. No en vano, Moon es madre de un joven autista y conoce y comprende esa difícil realidad.

Moon tiene un currículo muy típico de muchos escritores estadounidenses: ha hecho muchas cosas antes de empezar a escribir. Nació en McAllen (Texas, EEUU), y se educó sola con su madre divorciada. En 1968 se li-cenció en historia en la Rice University en Houston, y después de en-rolarse por tres años en el cuerpo de Marines, estudió también biología. Durante el primer año de su estancia en los Marines se casó con Richard Moon quien obtuvo después el título de médico. Entre 1979 y 1993, el matrimonio trabajó en un centro médico rural en Texas. En 1983 adoptaron a su hijo Michael afectado después por problemas de autismo. Actualmente viven en Austin (Texas, EEUU).

El hijo autista de Elizabeth Moon es el gran motor de una novela como LA VELOCIDAD DE LA OSCURIDAD en la que resulta completamente evidente el amor de una madre por su hijo y la extraordinaria capacidad de la autora por racionalizar ese mismo amor sin dejar de sentirlo como tal. La historia argumental de la novela es sencilla: las peripecias y los problemas por los que pasa un hombre autista en un mundo de un futuro sumamente cercano, casi una novela de actualidad. Pero la forma de narrar esos problemas que logra Elizabeth Moon es algo excepcional y, desgraciadamente, muy poco frecuente.

Reflexiva, aguda e inolvidable, LA VELOCIDAD DE LA OSCURIDAD es, en realidad, una arrebatadora exploración del peculiar mundo de Lou Arrendale, un autista adulto a quien se le ofrece la posibilidad de probar una nueva "cura" experimental. Lou deberá decidir si se somete o no a ese tratamiento que podría cambiar por completo su forma de entender el mundo... y la misma esencia de quien es. ¿Debe renunciar a ser quien ha sido toda su vida para "curar" su autismo? ¿Qué va a ocurrir con su personalidad, su personalidad de autista, con la que ha llegado al estado adulto? Buenas preguntas no sólo para un autista, sino para cualquier ser humano: ¿debe renunciar uno a lo que ha sido para curar una enfermedad? No les diré la opción que elige Lou, siempre respetable (tanto como su contraria...) ya que ésa es la decisión de la autora que es, recuerden, madre de un hijo autista con quien ha convivido ya una veintena de años.

Lou es un personaje sumamente entrañable, llamado a dejar un rastro indeleble en la historia de la mejor ciencia ficción, como ya lo hiciera el Charlie Gordon de FLORES PARA ALGERNON (1959 y 1966) de Daniel Keyes. Si Charlie mostraba su humanidad a través de su acceso y posterior pérdida de una mayor inteligencia, Lou Arrendale nos enseña a ver el mundo a través de la compleja y peculiar mente de un autista.

Afortunadamente, la edición española ha partido de la edición estadounidense de 2004, que incluye al final una "Guía de Lectura" en la que la misma Elizabeth Moon es entrevistada por Paul Witcover tanto sobre la novela como sobre el autismo. Un valor añadido que, al menos a mí, me resultó muy útil.

En definitiva, y para resumir, LA VELOCIDAD DE LA OSCURIDAD es una novela sobre la dignidad de un ser humano autista. Por eso esa insistencia de la autora en no hablar de "autistas" sino de "personas autistas". Tal como reconoce el mismo Lou en un momento de la novela "sé algo que no sabía antes, y el conocimiento cambia a las personas". Tanto a los que son autistas como a los que no lo son.

El título de la novela, LA VELOCIDAD DE LA OSCURIDAD, es, además, una brillante metáfora. Lou piensa (y no parece que le falte razón) que la velocidad de la oscuridad (si es que eso existe..., déjenme que, por un momento, surja el ingeniero que hay en mí...) ha de ser superior a la de la luz, por el sencillo razonamiento de que, cuando la luz llega a un sitio, la oscuridad ya está allí. En cualquier caso, la metáfora queda mucho más explícita (e incluso reviste otros sentidos) en una frase impactante: "En mi mente, los fotones persiguen a la oscuridad pero nunca la alcanzan." Que aparece en la portada de la edición española. Sorprendentemente, Moon atribuye esa expresión "la velocidad de la oscuridad" (mucho más rotunda y breve en el inglés original: The Speed of Dark) a su propio hijo autista.

Fin del rodeo.

Y, se preguntarán algunos de ustedes, ¿qué tiene que ver esa novela sobre un autista con los matemáticos (y matemáticas...)?

La respuesta es sencilla y, en realidad, no afecta tan solo a matemáticos sino también a científicos e ingenieros. Como yo...

Debo decir que me sentí algo preocupado cuando, en la "Guía de Lectura" del final del libro, en una respuesta a Witcover, Moon comenta que "ciertos científicos e ingenieros tienen tendencias de conducta que se sitúan dentro del espectro autista".

Al menos en mi caso, no me cuesta reconocer que algo de lo que Lou hace suele ser mi pasatiempo más habitual cuando conduzco: hacer combinaciones aritméticas con las matrículas de los coches que veo al pasar.

Afortunadamente, parece que algunas de las limitaciones de las personas autistas son fácilmente superadas por quienes no somos autistas, pero no siempre con facilidad. Tal vez una de las claves se encuentre en el cuarto párrafo del capítulo 11, donde Lou reconoce que "pensaba que las pautas abstractas de números eran más importantes que las pautas abstractas de relaciones. Los granos de arena son reales. Las estrellas son reales. Conocer como interaccionan mutuamente me proporciona un sentimiento cálido y confortable. La gente que me rodea me resulta difícil de comprender, imposible de comprender." Y, si hay que decir la verdad, a muchos de nosotros (y no sólo a los matemáticos, científicos e ingenieros) nos resulta a veces sumamente difícil comprender a otros humanos. Por eso las preocupaciones de Lou son, en definitiva, las nuestras.

O sea que, sí, LA VELOCIDAD DE LA OSCURIDAD al hablar de un autista trata de algo que parece estar en la mente de algunas personas que se obsesionan por la tecnociencia o por las matemáticas... entre las que, debo reconocerlo, me siento orgulloso de contarme.

Como soy de natural curioso, esa novela de Moon (y su trato personal cuando vino a Barcelona invitada por la Universidad Politécnica de Cataluña para el acto de entrega del Premio UPC de ciencia ficción en noviembre de 2005) me llevó a preguntarme por el autismo, un poco más allá de lo que me enseñaron Lou Arrendale o el personaje interpretado por Dustin Hoffman en la película Rain Man (1988).

Mi sorpresa creció cuando aprendí que existe un autismo que los especialistas llaman "clásico" que afecta a humanos con todo tipo de cociente intelectual que suelen presentar retrasos en el dominio del habla cuando son niños. Hay otra modalidad de autismo, el llamado el "Síndrome de Asperger" que afecta a humanos con alto cociente intelectual (como el de Lou Arrendale y el personaje interpretado por Dustin Hoffman) que no suelen experimentar problemas con el lenguaje.

Pero lo más grave es que esas reflexiones sobre el autismo también me afectan, ya no sólo como especialista en la tecnociencia, sino como varón. Y es que, ya en el estudio de Hans Asperger en el año 1944, se establecía una cierta relación entre el autismo y la mente masculina. Asperger dijo que "la personalidad autista es una variante extrema de la inteligencia masculina" y parece corroborarlo el hecho de que el autismo afecta bastante más a los varones que a las hembras (en proporción 4:1 para el autismo "clásico" y, ¡asómbrense conmigo!, en una proporción de 9:1 en el caso del "Síndrome de Asperger").

Si alguien está interesado, puede acudir a la página web del Autisme Research Centre de la Universidad de Cambridge. En el índice de "readings" que encontrarán en:

hay un largo texto de 1999 y, sobre todo, una presentación PowerPoint ambos de Simon Baron-Cohen. La conferencia lleva un título: Is autism an extreme of the male brain? (¿Es el autismo una forma extrema del cerebro masculino?, 2005) que obliga a reflexionar.

En cualquier caso, si son un poco masoquistas como yo, tal vez puedan preguntarse si la mente de un autista tiene algo en común con la de los varones en general o, más concretamente como dice Elizabeth Moon en esa entrevista de la que les hablaba, si lo tiene con la mente de científicos, ingenieros y matemáticos (en este caso no añado el femenino ya que, si las cifras que da Baron-Cohen son correctas, a las mujeres esto les afecta nueve veces menos...).

O, mejor, déjense de historias sobre la psicología del autismo y permítanse gozar de una buena novela y un personaje entrañable como es Lou Arrendale. Su "madre literaria" parece amarlo mucho, aunque seguro que menos que a su hijo Michael..

Para leer:

Ficción
- LA VELOCIDAD DE LA OSCURIDAD (2003) Elizabeth Moon. Barcelona. Ediciones B. NOVA (núm 183). 2005.
- RESTOS DE POBLACIÓN (1996) Elizabeth Moon. Barcelona. Ediciones B. NOVA (núm 115). 1998.

 
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