57. La ciencia en el cine
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Escrito por Miquel Barceló   
Miércoles 01 de Octubre de 2008

En 1994, Roslynn D. Hayes publicaba su interesante estudio: "From Faust to Strangelove: Representations of Scientist in Western Literature", en el que caracterizaba la manera como la ficción literaria occidental se ha referido a la figura del científico.

Puede decirse que, dadas las muchas adaptaciones literarias al cine, la tipología que construye Hayes se adapta muy fácilmente al caso del cine y puede servir al menos como un primer referente.

En primer lugar conviene sintetizar que, en opinión de Hayes, en general la ficción ha dado una imagen más bien negativa tanto de los científicos como de la ciencia en sí. Posiblemente dominada por la tradición decimonónica, la literatura occidental todavía imagina la actividad del científico como una actividad individual y romántica, una obsesión por saber más cosas y por encontrar aspectos inéditos en la realidad o en su explicación. La ciencia ha sido vista, casi siempre, como una aventura romántica, algo que el último medio siglo, con una nueva organización social del quehacer científico, desmiente claramente y que explican con detalle desde Merton y Kuhn a los sociólogos constructivistas.

La imagen más clásica la ofrece ya la primera gran novela de ciencia ficción: "Frankenstein, el moderno Prometeo" (1818) de Mary Shelley. Es cierto que, desde la primera versión cinematográfica famosa, la dirigida por James Whale en 1931, se ha destacado principalmente el aspecto terrorífico de la obra, centrado en las tristes consecuencias del hallazgo científico del doctor Frankenstein. Pero, afortunadamente, la versión cinematográfica de 1995, dirigida por Kenneth Branagh, reconstruye el punto de vista original de Mary Shelley, iniciándose, como la novela, con la narración del encuentro entre el doctor Frankenstein y su Criatura (desterrados voluntariamente al polo norte tras las desgracias ocurridas) y el explorador Robert Walton, narrador, después, de la historia que le ha transmitido Frankenstein.

Lo importante de esa escena (en la obra de Shelley y en la reconstrucción de Branagh) es la consideración de la ciencia como una aventura relacionada con el descubrimiento. Esa aventura de la ciencia es comparable en todo, en motivación e intenciones, a las obsesiones que guían al descubridor Robert Walton en su arriesgado objetivo de llegar al polo norte. Esa obsesión del geógrafo Walton resulta en todo paralela y análoga a la obsesión de Frankenstein por "fabricar" vida. El científico, como el Prometeo del subtítulo de la novela de Shelley, se arriesga a ofrecer a los humanos el fuego del saber, incluso cuándo ese nuevo saber puede acarrear terribles consecuencias.

Evidentemente, desde la óptica narrativa, esas terribles consecuencias resultan más efectivas y dramatizables que algunas realidades obtenidas también por la ciencia de las que constituye un buen ejemplo el hecho incontrovertible del aumento de la esperanza de vida humana en las sociedades occidentales a lo largo del siglo XX, efecto evidente de los nuevos descubrimientos en la tecnociencia médica. Aunque nadie debería extrañarse que sean precisamente los aspectos más "dramáticos" los que dominen tanto en la literatura occidental como en el cine que trata de la ciencia y de los científicos.

UNA TIPOLOGÍA SOBRE LA CIENCIA EN EL CINE.

Volviendo a Hayes y su tipología, ésta se concreta en seis formas arquetípicas de presentar al científico y su actividad en la narrativa occidental, ya sea literaria o cinematográfica. Usando las mismas denominaciones que sugiriera Hayes, tendríamos:

1. El alquimista

Se trata del científico visto como un maníaco obsesionado con la consecución de su objetivo, una persona que se arriesga a descubrir nuevos saberes y artefactos que resultan, casi siempre, peligrosos.

Ejemplo de este tipo lo componen las imágenes ofrecidas por la literatura y el cine de sabios o científicos como Fausto, el doctor Frankenstein o el más moderno Dr. Herbert West de una película más reciente como "Reanimator" (1985)

2- El sabio despistado

En este caso, las dificultades de la tecnociencia y la gran dedicación que se le supone, llevan al científico a un cierto distanciamiento de la realidad cotidiana. Se convierten en personas que "no tocan con los pies en el suelo", que incluso llegan a ignorar sus responsabilidades sociales, aunque, en el fondo, casi siempre resultan mucho más cómicos que siniestros.

Ejemplo evidente lo sería el doctor Zarkoff del cómic Flash Gordon, sobre todo en la versión cinematográfica producida por Dino de Laurentis; y otros muchos tipos clásicos en el cine, como el despistado profesor que interpretó Fred McMurray de "Un sabio en las nubes" (1961) o el loco profesor que interpretaba Jerry Lewis en "El profesor chiflado" (1963), ambas películas con versiones recientes (ambas en 1997) pero, claramente, menos interesantes.

3- El científico romántico

Se trata esta vez de la versión más clásica (y también, si puede decirse, más caritativa) con la imagen de cómo la obsesión científica pasa por delante de todo, incluso del amor, de los intereses crematísticos, etc. Se trata de una imagen ambivalente que suele presentar al científico como un ser deficiente en el aspecto emocional, al tiempo que se le ve, también, como un ser admirable por su dedicación exclusiva a una actividad difícil: la tecnociencia.

Aunque, como era de esperar, el dramatismo de la narración encuentra su mejor acomodo en el aspecto fáustico y prometeico de los peligros que suele desencadenar la actividad del científico. Ejemplos evidentes lo son el mismo doctor Frankenstein tantas veces citado, el doctor Moreau o el hombre invisible (procedentes ambos de novelas de H.G. Wells también llevadas al cine).

4- El héroe aventurero

En este tipo se recoge el aspecto aventurero de la ciencia, presentando la figura del científico como el arriesgado explorador de nuevos territorios físicos o intelectuales. Suele ser presentado como un héroe carismático, a menudo excéntrico y a veces irascible y parece, según Hayes, típico de periodos optimistas con una visión general de confianza en la ciencia.

Ejemplos de este tipo de científicos lo son algunos personajes de Jules Verne, el Viajero del tiempo de "La máquina del tiempo" (1895) H.G. Wells (llevada al cine por George Pal como "El tiempo en sus manos" en 1960), el doctor Quatermass (de la serie cinematográfica iniciada con "El experimento del doctor Quatermass" de 1955) o el doctor Who de la serie homónima de televisión británica (entre 1963 y 1969).

5- El científico desvalido

En este caso, se trata del científico, a menudo tenido por irresponsable y casi siempre creador de problemas, que pierde el control de sus actos y, sobre todo, de las consecuencias de los mismos. Su actuación comporta, casi como un corolario inevitable, su situación posterior de invalidez y desamparo, otra manera de tratar de los "peligros" de la ciencia en el marco de esa visión casi siempre negativa que la literatura y el cine han dado de la ciencia y sus practicantes.

De nuevo Frankenstein parece un referente evidente, aun cuando la figura resulta mucho más adecuada para el doctor Jeckyll y su irresponsable aunque posiblemente involuntaria transformación en Mr. Hyde.

6- El científico idealista

Otra posibilidad es la de presentar al científico como alguien preocupado por los aspectos éticos y humanos de su actividad, aceptándose que puede causar problemas, aunque ésta no sea su intención ya que le mueven designios más elevados y, a menudo, éticos y solidarios con la especie. En este tipo se da una imagen positiva del científico como una persona buena y de confianza, algo parecido al imaginario social construido sobre el doctor Albert Einstein.

Ejemplos evidentes en el cine lo son el pacífico doctor que interpreta Sam Jaffe en "Ultimátum a la Tierra" (1951), el doctor Morbius de "Planeta prohibido" (1956) o el doctor Lovell de "Naves misteriosas" (1971).

Como todas las tipologías puede parecer parcial y sesgada y, en este caso, creo que resulta también algo repetitiva; pero el trabajo de Hayes resulta central para entender la manera general como la literatura y el cine occidental han tratado la figura del científico. Aunque, evidentemente, hay siempre casos aislados con un tratamiento más exacto y correcto. Pero, desgraciadamente, no son la mayoría.

Para leer:

Ensayo
- From Faust to Strangelove: Representations of  Scientists in Western Literature. Roslynn D. Hayes. Baltimore (M.D. EEUU). John Hopkins University Press. 1994.

 
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