70. (Abril 2013) Vida de Galileo, de Bertolt Brecht
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Escrito por Marta Macho Stadler (Universidad del País Vasco)   
Lunes 29 de Abril de 2013

Vida de Galileo es una obra del dramaturgo Bertolt Brecht (1898-1956), escrita en 1938-1939 durante su exilio en Dinamarca.

El 25 de noviembre de 1939, Brecht escribe en su diario:

He terminado La vida de Galilei, Me llevó tres semanas. Sólo tropecé con dificultades en la última escena. Como en Juana al final tuve que recurrir a un artificio para asegurar el distanciamiento del espectador. Aun aquellos que se entreguen a la empatía sin el menor reparo tendrán que advertir el efecto de distanciamiento en el propio camino de su identificación con Galileo. Con una actuación estrictamente épica se produce una empatía admisible.

La pieza se centra en los últimos años de vida del investigador italiano. En su hogar en Florencia tiene ocasión de transmitir parte de sus conocimientos a Andrea, el hijo de su casera. Cuando Galileo hace públicos sus descubrimientos sobre el sistema solar recibe la condena de la Inquisición. Galileo debe retractarse de sus ideas por miedo a la tortura y a la pérdida de sus privilegios, pero al mismo tiempo difunde en secreto sus descubrimientos a sus colaboradores.

Vida de Galileo

Pasamos a describir brevemente los contenidos de uno de los quince actos en que se divide la obra. Las citas están extraídas de la traducción de Miguel Sáenz para Alianza Editorial.

1. Galileo Galilei, profesor de matemáticas en Padua, quiere demostrar la validez del nuevo sistema universal de Copérnico

Estamos en 1609, en el humilde gabinete de estudio del sabio, que conversa con el  hijo de la casera:

ANDREA. Mi madre dice que tenemos que  pagar al lechero. Si no, pronto empezará a dar vueltas alrededor de nuestra casa, señor Galilei.

GALILEO. Di mejor que describirá un círculo, Andrea.

Un entusiasmado Galileo habla sobre sus observaciones con el astrolabio y de sus asombrosos descubrimientos:

GALILEO. […] Yo predigo que, antes de que hayamos muerto, se hablará de astronomía en los mercados.  Hasta los hijos de las pescaderas irán a las escuelas. Porque a los hombres de nuestras ciudades, ansiosos de novedades, les gustará que una nueva astronomía empiece a moverse sobre la Tierra. Siempre se ha dicho que los astros estaban fijos en una bóveda de cristal para que no pudieran caerse. [...] Y la Tierra gira alegremente alrededor del Sol, y las pescaderas, mercaderes, príncipes y cardenales, y hasta el mismo Papa, giran con ella.

Ludovico Marsili acude a casa de Galileo para aprender ciencia, y le habla del ‘extraño tubo que venden en Ámsterdam’:

LUDOVICO. Mi madre opina que un poco de ciencia es necesario. Todo el mundo hoy en día bebe su vino con ciencia.

Le visita el secretario de la Universidad de Padua, donde Galileo imparte sus clases, que habla de este modo de las matemáticas:

EL SECRETARIO. Vengo para tratar de su solicitud de que se le suba el sueldo a mil escudos. Por desgracia, no puedo apoyarla en la Universidad. Usted sabe que los cursos de matemáticas no traen alumnos a la universidad. Por decirlo así, las matemáticas son un arte poco lucrativa. Y no porque la República no las estime sobremanera. No son tan necesarias como la filosofía, ni tan útiles como la teología, pero ¡dan a quien las conoce tan infinitas satisfacciones!

Galileo se queja de la falta de tiempo para investigar en problemas realmente importantes, debido a sus clases y a deber poner su ciencia al servicio del comercio:

GALILEO. ¿Y de qué sirve la libertad de investigación si no hay tiempo para investigar? ¿Qué pasa con los resultados? ¡Quizá podría mostrar a los señores de la Signoria más investigaciones sobre las leyes de gravitación –señala un legajo de manuscritos– y preguntarles si no valen unos escudos más!

[...]

EL SECRETARIO. Y, en lo que se refiere a los aspectos materiales, vuelva a utilizar alguna vez algo tan bonito como su famoso compás proporcional, con el que, sin conocimientos matemáticos –cuenta con los dedos– se puede trazar líneas, calcular intereses compuestos de un capital, reproducir croquis de terrenos a mayor o menor escala y determinar el peso de las balas de cañón.

GALILEO. —Sandeces. [...] Pero no me dejáis tiempo para seguir las especulaciones avanzadas que allí me acosan en mi especialidad científica. [...]

Vida de Galileo

2. Galileo entrega a la República de Venecia un nuevo descubrimiento

Galileo presenta su telescopio –perfeccionando al ‘tubo de Ámsterdam’–; aunque sus interlocutores lo piensan como un objeto de interés comercial, Galileo recuerda como ha observado la Luna.

GALILEO. ¡Excelencia, señorías! Como profesor de matemáticas de vuestra Universidad de Padua y director de vuestro Gran Arsenal, aquí en Venecia, siempre he considerado mi deber, no sólo el cumplir con mi alta labor docente, sino también procurar beneficios excepcionales a la República de Venecia por medio de útiles inventos. Con la alegría y la humildad que es debida, hoy puedo presentaros y entregaros un instrumento totalmente nuevo, mi anteojo de larga vista o telescopio, construido en vuestro Gran Arsenal, famoso en el mundo entero, de acuerdo con los más altos principios científicos y cristianos y fruto de diecisiete años de paciente investigación de este vuestro devoto servidor. [...] Ésos creen haber recibido una baratija lucrativa, pero es mucho más. Ayer enfoqué el tubo hacia la Luna.

Vida de Galileo

3. 10 de enero de 1610: por medio del catalejo, Galileo descubre fenómenos en el cielo que confirman el sistema copernicano. Advertido por su amigo de las posibles consecuencias de sus investigaciones, Galileo manifiesta su fe en la razón humana

Junto a su amigo Sagredo, Galileo observa la Luna.

GALILEO. Es la de la Tierra.

SAGREDO. Eso es absurdo ¿Cómo puede lucir la Tierra, con sus montañas, bosques y aguas, un cuerpo frío?

GALILEO. Lo mismo que la Luna. Porque los dos astros están iluminados por el Sol, por eso lucen. [...].

SAGREDO. ¿Entonces no habría diferencia entre Luna y Tierra?

GALILEO. Al parecer no.

[...]

GALILEO. Sí, ¿dónde está ahora? ¿Cómo puede estar fijo Júpiter cuando otro astros giran a su alrededor? ¡No hay soportes en el Cielo, no hay nada fijo en el Universo! ¡Júpiter es otro sol!

[...] Lo ves no lo había visto nadie. ¡Tenían razón!

SAGREDO. ¿Quiénes? ¿Los copernicanos?

GALILEO. ¡Y el otro también![1]. ¡El mundo entero estaba contra ellos y ellos tenían razón! [...]

GALILEO. Sí, ¡y no que todo el gigantesco Universo, con todos sus astros, gira en torno a nuestra minúscula Tierra, como piensan todos!

SAGREDO. ¡Es decir, que sólo hay astros!... ¿Y dónde está Dios?

[...]

GALILEO. ¿Soy teólogo acaso? Soy matemático. [...] ¡Tengo fe en los hombres, lo que quiere decir que tengo fe en su razón!

Vida de Galileo

4. Galilei ha dejado la República de Venecia por la corte florentina. Sus descubrimientos con el anteojo tropiezan con la incredulidad de los sabios

Galileo no consigue convencer a los sabios de la utilidad de las observaciones a través del telescopio:

EL FILÓSOFO. [...] Señor Galilei, antes de utilizar su famoso tubo quisiéramos tener el placer de una discusión. Tema: ¿pueden existir esos planetas?

EL MATEMÁTICO.  Una discusión en regla.

GALILEO. Yo había pensado que miraran simplemente por el anteojo y se convencieran.

[...]

EL MATEMÁTICO. Claro, claro.... Naturalmente, usted sabe que, según la opinión de los antiguos, no es posible que existan estrellas que giren en torno a otro centro que no sea la Tierra, ni que no su apoyo en el Cielo. [...] Se sentiría la tentación de responder que su anteojo, al mostrar lo que no puede ser, no es muy de fiar, ¿no? [...] Sería mucho más provechoso, señor Galilei, que nos diera las razones que le inducen a suponer que, en las más altas esferas del Cielo inmutables, los astros pueden moverse libremente.

EL FILÓSOFO. ¡Razones, señor Galilei, razones!

GALILEO. ¿Razones? ¿Cuando una ojeada a las propias estrellas y a mis anotaciones demuestran el fenómeno? Señor mío, la discusión me parece de mal gusto.

Los sabios se niegan a mirar las estrellas a través del anteojo de Galileo, y prometen una consulta sobre las ideas de Galileo al padre Christopher Clavius, astrónomo jefe del Colegio Pontificio de Roma.

Vida de Galileo

5. Sin dejarse intimidar tampoco por la peste, Galileo continúa sus investigaciones

La peste hace estragos en la ciudad, Galileo consuela a Andrea, cuya madre ha enfermado, hablándole de Ciencia:

GALILEO, sin saber qué hacer. No llores más. ¿Sabes? Durante este tiempo he encontrado muchas cosas. ¿Quieres que te cuente? Andrea asiente, sollozando. Atiende bien, porque si no, no lo entenderás. ¿Te acuerdas de que te mostré el planeta Venus? No hagas caso de ese ruido, no es nada. ¿Sabes lo que he visto? ¡Que es igual que la luna! Lo he visto como media esfera y lo he visto como una hoz. ¿Qué te parece? Te puedo mostrar todo con una pelota y una luz. Eso prueba que tampoco ese planeta tiene luz propia. Y que gira en torno al sol, describiendo un sencillo círculo, ¿no es maravilloso?

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6. 1616: el colegio romano, instituto de investigaciones del Vaticano, confirma los descubrimientos de Galileo

La escena comienza con las burlas de los congregados en la Sala del Colegio Romano:

UN MONJE, haciendo el payaso: Me da vértigo. La Tierra da vueltas demasiado aprisa. Permítame que me agarre a usted, profesor. Finge tambalearse y se agarra a un sabio.

EL SABIO, siguiendo el juego: Sí, hoy la vieja Tierra está otra vez completamente borracha. Se agarra a otro.

EL MONJE. ¡Alto, alto! ¡Que nos caemos! ¡Alto os digo!

UN SEGUNDO SABIO. Venus está ya completamente torcido. Sólo le veo la mitad del trasero. ¡Socorro!

A las burlas les sigue la indignación:

EL FILÓSOFO. ¡Eso no se discute! ¿Cómo puede Cristopher Clavius, el mayor astrónomo de Italia y de la Iglesia, investigar siquiera algo así?

EL PRELADO GORDO. ¡Qué escándalo!

EL PRIMER ASTRÓNOMO. ¡Pues sigue investigando! ¡Está sentado ahí dentro, mirando fijamente por ese tubo del diablo!

[…]

EL CARDENAL MUY ANCIANO. ¿Siguen todavía adentro? ¿No podrán terminar rápidamente con esa nimiedad? ¡Ese Clavius tendría que conocer su Astronomía! He oído decir que ese señor Galilei desplaza al hombre del centro del Universo a algún sitio marginal. Por consiguiente, ¡es un enemigo del género humano! Y como tal debe ser tratado. El hombre es el rey de la creación, lo sabe cualquier niño, la criatura más alta y dilecta de Dios. ¿Cómo hubiera podido Dios situar esa maravilla, fruto de tanto esfuerzo, en un pequeño astro aparatado y siempre en fuga? ¿Enviaría a su Hijo a un sitio así? ¡Cómo puede haber gente tan perversa como para prestar crédito a esos esclavos de sus tablas de cálculo! ¿Qué criatura de  Dios puede tolerar semejante cosa?

Pero, finalmente, la comisión de investigación da la razón a Galileo:

EL PEQUEÑO MONJE, furtivamente: Señor Galilei, el padre Clavius dijo antes de irse: ¡ahora tendrán que ver los teólogos cómo recomponen las esferas celestes! Usted ha vencido. Sale.

GALILEO, tratando de detenerlo: ¡Ha vencido! ¡No yo, sino  la razón!

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7. Pero la inquisición pone en el índice la teoría de Copérnico (5 de marzo de 1616)

El cardenal Bellarmino comunica las decisiones del Santo Oficio con respecto a la teoría de Copérnico a Galileo:

PRIMER SECRETARIO. Su Eminencia, el Cardenal Bellarmino, al susodicho Galileo Galilei: El Santo Oficio ha decidido la pasada noche que la teoría de Copérnico, según la cual el Sol es el centro del Universo y está inmóvil, y la Tierra no es el centro del Universo y se mueve, es demencial, absurda y herética. Se me ha encargado que le exhorte a renunciar a esa opinión.

GALILEO: ¿Qué significa eso? […] Pero, ¿y los hechos? Creí entender que los astrónomos del Collegium Romanum reconocieron la exactitud de mis anotaciones.

BELLARMINO. Expresando su  más profunda satisfacción, de la forma más honrosa para usted.

GALILEI. Pero los satélites de Júpiter, las fases de Venus…

BELLARMINO. La Santa Congregación ha tomado su decisión sin tener en cuenta esos detalles.

GALILEI. Eso significa que todo investigación científica ulterior…

BELARMINO. Está plenamente asegurada, señor Galilei. Y ello de acuerdo con el criterio de la Iglesia de que no podemos saber, pero nos está permitido investigar. Vuelve a saludar a un invitado del salón de baile. Puede tratar también libremente esa teoría en forma de hipótesis matemática. La Ciencia es hija legítima y muy amada de la Iglesia, señor Galilei. Ninguno de nosotros cree seriamente que usted quiera socavar la confianza en la Iglesia.

Vida de Galileo

8. Una conversación

Galileo conversa con un monje que le explica su razón de haber abandonado el estudio de la Astronomía:

EL PEQUEÑO MONJE. —No. He conseguido penetrar en la sabiduría de ese decreto. Me ha descubierto los peligros que encierra para la Humanidad  una investigación sin freno, y he decidido renunciar a la Astronomía. […] Yo me crié en la Campania, soy hijo de campesinos. Gente sencilla. […] Se les ha asegurado  que el ojo de la divinidad está puesto en ellos, escrutador y casi angustiado; que todo el teatro del mundo está construido a su alrededor, para que ellos, los actores, puedan hacerse valer en sus papeles grandes o pequeños. ¿Qué dirían los míos si yo les dijera que se encuentran en un pequeño conglomerado rocoso, que gira incesantemente en el espacio vacío y se mueve en torno a otro astro, uno de muchos, bastante insignificante?

[…]

GALILEO. ¡Cómo puede suponer nadie que la suma de los ángulos de un triángulo pueda contradecir sus necesidades! Pero si no se movilizan y aprenden a pensar, ni los más hermosos sistemas de riego les servirán para nada.

Vida de Galileo

9. Después de ocho años de silencio, el advenimiento de un nuevo Papa, también un hombre de ciencia, anima a Galileo a reanudar sus investigaciones en la materia prohibida: las manchas solares

Tras discutir con el prometido de su hija sobre sus investigaciones, Galileo retoma con Andrea sus estudios sobre las manchas solares. Habla sobre la importancia de la duda en la investigación:

ANDREA. ¡Que sólo quieren besar los pies al Papa si éste pisotea al pueblo!

EL PEQUEÑO MONJE, también junto a los aparatos: El nuevo Papa será un hombre ilustrado.

GALILEO. Empecemos a observar por nuestra cuenta y riesgo esas manchas solares que nos interesan, sin demasiado con la protección de un nuevo Papa.  […] Y con alguna seguridad de demostrar la rotación del Sol. Mi intención no es demostrar que he tenido razón hasta ahora, sino saber si realmente la he tenido. Y os digo: dejad toda esperanza los que entráis con en la investigación. Quizá sean vapores, quizá  sean manchas, pero antes de suponer que son manchas, lo que nos vendría muy bien, supondremos que son colas de pez. Efectivamente, lo pondremos en duda todo, todo otra vez. Y no andaremos con botas de siete leguas sino con una velocidad de caracol. Y lo que hoy encontremos, lo borraremos mañana de la pizarra y sólo volveremos a anotarlo cuando lo encontremos de nuevo. [...]. ¡Quitad el paño al anteojo y apuntadlo a Sol!

Vida de Galileo

10. En el decenio siguiente, la teoría de Galileo se difunde entre el pueblo. Panfletistas y cantores de baladas recogen por todas partes las nuevas ideas. Durante el carnaval de 1632, muchas ciudades de Italia eligen como tema de las comparsas de sus gremios la astronomía

El cantor de baladas dedica estos versos a Galileo en pleno Carnaval:

EL CANTOR DE BALADAS.  Respetados vecinos, contemplad el fenomenal descubrimiento de Galilei. ¡La Tierra gira alrededor del sol! […] ¡Galileo Galilei, el destructor de Biblias!

Vida de Galileo

11. 1633: La Inquisición ordena al investigador, famoso en el mundo entero, que vaya a Roma

Molestos por los libelos contra la Biblia que el pueblo difunde, los inquisidores culpan a Galileo. El Duque Cosme de Médicis aborda al científico de este modo, cuando Galileo intenta obsequiarle su libro sobre la Mecánica del Universo:

COSME. Ajá, ajá. ¿Cómo van sus ojos?

GALILEO. No muy bien, Alteza. Si Vuestra Alteza me permite, he escrito este libro...

COSME. El estado de sus ojos me inquieta. Realmente, me intranquiliza. Me indica que quizá usted utiliza su magnífico anteojo con un exceso de celo, ¿no?

[…]

UN ALTO FUNCIONARIO, bajando por la escalera: Señor Galilei, tengo el encargo de decirle que la Corte  de Florencia no puede ya seguir oponiéndose al deseo de  la Santa Inquisición de interrogarlo en Roma. El coche de la Santa Inquisición lo aguarda, señor Galilei.

Vida de Galileo

12. El Papa

El papa Urbano VIII –antes cardenal Barberini– es un hombre ilustrado, pero no puede nada contra la Santa Inquisición:

EL PAPA. ¡No haré que se rompan las tablas de cálculo! ¡No!

EL INQUISIDOR: […] Es la inquietud de sus propios cerebros la que aplican a la Tierra, a esta Tierra inmóvil. Y gritan: ¡Los números hablan! ¿Pero de dónde vienen esos números? Todo el mundo sabe que vienen de la duda. […] Y entonces van esos gusanos de matemáticos y apuntan sus anteojos al cielo y comunican al mundo que también allí, en el único lugar que no se os discutía, la posición es difícil. […]

EL PAPA: Al fin y al cabo, ese hombre es el mayor físico de esta época, la luz de Italia, y no un iluso cualquiera […] ¡No hay que tocarlo!

EL INQUISIDOR: En la práctica no habría que ir muy lejos. Es un vividor. Cedería enseguida. […]

EL PAPA: Como máximo, que le enseñen los instrumentos.

EL INQUISIDOR. Eso bastará, Santidad. El señor Galilei entiende de instrumentos.

Vida de Galileo

13. El 22 de junio de 1633, Galileo Galilei se retracta ante la inquisición de su teoría del movimiento de la tierra

El Papa no recibe a Galileo, que debe retractarse de su teoría sobre el movimiento de la Tierra, a pesar de la desilusión de alguno de sus allegados:

ANDREA. Lo matarán. No terminará de escribir los “Discorsi” […] Porque no se retractará jamás. […] ¡No se atreverán! Y aunque lo hicieran, no se retractará. “Quien no conoce la verdad, es sólo un zoquete. Pero quién la conoce y la llama mentira, ¡es un criminal! […]

En ese momento empieza a repicar la campana de San Marcos. Todos se quedan petrificados.

[…] En la calle se oye al pregonero que lee la retractación de Galileo.

VOZ DEL PREGONERO. “Yo Galileo Galilei, profesor de Matemáticas y de Física en Florencia, abjuro de lo que he enseñado: que el Sol es l centro del mundo y que está inmóvil en su lugar, y que la Tierra no es el centro y no está inmóvil. Abjuro, maldigo y abomino, con corazón sincero y fe no fingida, de todos esos errores y herejías, así como de cualquier otro error y cualquier otra opinión contrarios a la Santa Iglesia”. […]

ANDREA., en voz alta: ¡Pobre del país que no tiene héroes! […] Grita a Galileo: ¡Tonel de vino! ¡Devorador de caracoles! ¿Has salvado tu querido pellejo? […]

GALILEO. No. Pobre del país que necesita héroes.

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14. 1633-1642: Galileo Galilei vive en una casa de campo en las proximidades de Florencia, prisionero de la Inquisición, hasta su muerte. Los “Discorsi”

Ya viejo y casi ciego, Galileo recibe la visita de Andrea, un hombre de mediana edad que va a partir a Holanda para trabajar como científico:

ANDREA. […] Su  total sumisión ha surtido efectos. Se asegura que sus superiores han comprobado con satisfacción que, desde que usted se sometió, no se ha publicado en Italia ninguna obra con nuevas teorías.

GALILEO, escuchando atentamente: Por desgracia hay países que se sustraen a la protección de la Iglesia. Me temo que se sigan estudiando las teorías condenadas. […] ¿De veras? Pausa. ¿Nada de Descartes? ¿Nada de París?

ANDREA. Si. Ante la noticia de su retractación, metió en un cajón su tratado sobre la naturaleza de la luz.

[…]

GALILEO. He terminado los “Discorsi”.

ANDREA. ¿Qué? ¿Los “Discursos sobre dos nuevas ciencias: la Mecánica y las leyes de la gravitación”? ¿Aquí? […] ¡Los “Discorsi”! Hojea el manuscrito: “Mi propósito es presentar una ciencia muy nueva sobre un tema muy viejo: el movimiento. Por medio de experimentos he descubierto algunas de sus propiedades, que son dignas de ser conocidas.” […] ¡Y nosotros que pensábamos que había desertado! ¡Mi voz fue la que más alto se alzó contra usted!

GALILEO. Como debía ser. Yo te enseñé la Ciencia y negué la verdad.

Aunque Galileo ha terminado de escribir su ciencia de manera clandestina, confiesa a Andrea que no seguía ningún plan, que obedeció a la Inquisición por miedo al daño físico. Y diserta sobre la Ciencia:

GALILEO. […] Yo sostengo que el único objetivo de la Ciencia es aliviar las fatigas de la existencia humana. Si los científicos, intimidados por los poderosos egoístas, se contentan por acumular Ciencia por la Ciencia misma, se la mutilará, y vuestras nuevas máquinas significarán sólo nuevos sufrimientos. […] Si yo hubiera resistido, los hombres dedicados a las ciencias naturales hubieran podido desarrollar algo así como el juramento de Hipócrates de los médicos: ¡la promesa de utilizar la Ciencia únicamente en beneficio de la Humanidad! […]

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15. 1637. Los “Discorsi” de Galileo atraviesan la frontera italiana

Andrea sale de Italia con el manuscrito de Galileo.

EL GUARDIA. ¿Por qué deja usted Italia?

ANDREA. Soy científico.

La huida de Italia es la única manera de hacer ciencia: Andrea consigue pasar los manuscritos de Galileo para difundir.

 

Nota:

[1] Se refiere a Giordano Bruno.

 
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