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29. (Julio 2009) La cantante calva, de Eugène Ionesco
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Escrito por Marta Macho Stadler (Universidad del País Vasco)   
Miércoles 01 de Julio de 2009

La cantante calva
Anti-pieza
por
Eugène Ionesco

Las obras de teatro de Eugène Ionesco (1909-1994) describen la banalidad del ser humano, que vive sumido en un mundo contradictorio en el cual las personas no consiguen comunicarse. Este pesimismo es una de las señales del teatro del absurdo, que pone en escena obras sin sentido aparente, con diálogos reiterativos y disparatados, con ambientes sofocantes y carentes de secuencia dramática.

La cantante calva es la primera obra de teatro de Eugène Ionesco: se estrena en 1950 en el Théâtre des Noctambules (París), con la puesta en escena de Nicolas Bataille, y provocando un gran escándalo entre el público.

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Los protagonistas son el Señor y la Señora Smith, el Señor y la Señora Martin, la sirvienta Mary y el capitán de bomberos. Se trata de una obra con un único acto y once escenas.

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La primera escena comienza con el matrimonio Smith, burgueses ingleses, que conversan banalidades sobre su reciente cena. Siguen con un absurdo diálogo sobre los buenos y los malos médicos, que el Señor Smith finaliza con la siguiente inaudita afirmación “Hay algo que no comprendo. ¿Por qué en la sección del registro civil del diario dan siempre la edad de las personas muertas y nunca la de los recién nacidos? Es absurdo”.

Continúa la escena con una conversación sobre un viejo conocido del matrimonio – Bobby Watson,  muerto hace tres años – y el buen aspecto que tenía su cadáver. Además, sorprendentemente, la esposa, los hijos –  que a veces comentan que existen y otras veces lo niegan rotundamente –  y los demás parientes del fallecido también se llamaban Bobby.

En la segunda escena aparece Mary, que anuncia a los Smith que sus invitados, los Martin, han llegado a la casa; como los Smith tenían hambre, no les han esperado para cenar.

Salen los Smith para vestirse adecuadamente en honor a la visita, y empieza la tercera escena con Mary, que reprocha a los Martin su falta de cortesía al llegar con retraso, y les pide que esperen.

En la cuarta escena, el matrimonio Martin comienza una disparatada conversación en la que parece que se recuerdan levemente, y poco a poco, teniendo en cuenta todas las coincidencias en sus vidas, terminan deduciendo que son esposos.

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En la quinta escena, Mary – que afirma que en realidad es Sherlock Holmes  – comenta al público que los Martin no son quien ellos piensan ser: a pesar de tantas coincidencias en sus vidas, no son marido y mujer.

En la escena sexta, los Martin, emocionados, acuerdan intentar no volver a perderse, tras haberse descubierto.

En la séptima escena, entran los Smith – por cierto, sin cambiarse de ropa – y recriminan también a sus invitados por llegar tarde. La señora Martin narra varias situaciones extravagantes que ha observado: un hombre atándose el zapato, otro leyendo el periódico en el metro, etc. ante el regocijo de los demás. De repente, llaman a la puerta, pero no hay nadie... esta situación se repite varias veces y, enfadada, la Señora Smith afirma: “La experiencia nos enseña que cuando se oye llamar a la puerta nunca hay nadie”. Y vuelven a tocar por cuarta vez, aunque en esta ocasión aparece el capitán de los bomberos tras la puerta.

Comienza la octava escena, con el bombero interrogándoles sobre la razón de su discusión. Los dos matrimonios explican al bombero lo que ha sucedido: el capitán confiesa que llevaba tres cuartos de hora en la puerta, que las dos primeras veces él no había tocado al timbre, pero tampoco había visto a nadie, la tercera vez él había llamado pero se había escondido para bromear, y finalmente, la cuarta vez decide entrar. Y dialogan de esta manera “tan lógica”:

- Señor Martin: En resumidas cuentas, seguiremos sin saber si cuando llaman a la puerta hay o no alguien.
- Señora Smith: Nunca hay nadie.
- Señor Smith: Siempre hay alguien.
- El bombero: Voy a hacer que se pongan de acuerdo. Los dos tienen un poco de razón. Cuando llaman a la puerta, a veces hay alguien y a veces no hay nadie.
- Señor Martin. Eso me parece lógico.
- Señora Martin: También yo lo creo.

El bombero comenta que el motivo de su visita es saber si los Smith tienen algún fuego para apagar; las primas de los bomberos están bajando debido a la falta de incendios y el capitán debe salir a buscarlos. Los cinco personajes comienzan a relatar por turnos una serie de anécdotas, supuestamente reales, cada cual más pintoresca.

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La escena nueve se abre con Mary entrando porque también desea contar su anécdota. Los dos matrimonios, elitistas, se molestan por la irrupción de la sirvienta, aunque Mary acaba recitando el poema “El fuego”, en honor al capitán de bomberos, mientras los Smith la empujan fuera de la sala.

En la décima escena, el bombero anuncia que debe irse, porque en exactamente “tres cuartos de hora y dieciséis minutos” tiene que apagar un incendio en el otro extremo de la ciudad. Al salir, se detiene un momento y se alude – por primera y última vez – al título de la obra:

- El bombero (se dirige hacia la salida y luego se detiene) A propósito, ¿y la cantante calva?
(silencio general, incomodidad)
- Señora Smith: Sigue peinándose de la misma manera.
- El bombero: ¡Ah! Adiós, señores y señoras.

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En la escena once, ya sin el bombero, sigue una absurda conversación entre los dos matrimonios. Entre las locas afirmaciones que aparecen, el señor Smith interviene con una soberbia afirmación referente a la lógica: “Tomen un círculo, acarícienlo, y se hará un círculo vicioso.”

Los actores van dándose continuas réplicas y contrarréplicas, de manera cada vez más violenta, y la escena termina con los cuatro en pie, gritando al unísono “Por allá, por aquí, ...”. De repente, se dejan de oír las palabras, se enciende la luz y aparecen los Martin, colocados de la misma manera que los Smith en la primera escena y repitiendo las mismas palabras, mientras el telón empieza a caer.

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Desde el principio, Ionesco habla sobre la dificultad para expresarse y la imposibilidad de comunicación entre los seres humanos. El final muestra el carácter intercambiable de los personajes, y más en general, de los seres humanos, su carácter anodino y falto de importancia.

Ionesco titula la obra La cantante calva “Anti-pieza”, porque desea desde el principio provocar la perplejidad los espectadores, que esperan encontrar a la citada cantante en algún momento, e indicar que su pieza no tiene nada de convencional. En efecto, el título es una falsa pista, pues se refiere a un personaje que no aparece en la obra y al que se hace una breve alusión sólo en el décimo capitulo, provocando además la incomodidad de los protagonistas. No hay argumento, y los diálogos sin sentido, aburridos, mecánicos, repetitivos, impersonales, con largos silencios a veces, van en contra de la estructura del teatro tradicional. La lógica y la incoherencia van de la mano, recurriendo incluso a un vocabulario argumentativo – sistema de argumentación, teoría, pruebas –  durante las absurdas conversaciones, para que el disparate quede aún más patente.

La obra no termina, su estructura es claramente circular. No sucede como en el teatro clásico, donde encontramos la exposición, el nudo y el desenlace. Esta obra no posee conclusión, pues al final se vuelve a empezar, con la escena primera, intercambiado los personajes, como una nueva alusión a la banalidad de sus vidas.

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Bibliografía:

  1. E. Ionesco (traducción de Luis Echávarri), Obras Completas, Aguilar, 1973.
  2. R. Norville, la cantatrice Chauve. La Leçon, Profil 145, Hatier, 1992.
  3. En http://www.ionesco.org/ hay una amplia descripción de todas las obras de Eugène Ionesco y algunos fragmentos de algunas de ellas.

 

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