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La nada que el tiempo olvida
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El Mundo, 14 de Noviembre de 1999
TRIBUNA LIBRE
OPINION
ROBERT KAPLAN / DICK TEREST Cambridge Massachusetts. Mientras aquellos de nosotros que formamos parte de la plebe nos preparamos para celebrar esta nochevieja la llegada del nuevo milenio, los cultos detractores insisten, lamentándose por nuestra falta de refinamiento, en que el próximo siglo y el próximo milenio no comienzan hasta el año 2001. Tras examinar esta controversia desde una perspectiva matemática, histórica, cultural y política, hemos llegado a la siguiente conclusión: que no se suspenda la fiesta.

Las fuerzas que defienden la fecha del 2001 son poderosas. Los expertos e historiadores de siempre, a los que se han sumado dos organismos federales, la Biblioteca del Congreso y el Instituto Nacional de Medidas y Tecnología («National Institute of Standards and Technology), han declarado el 2001 primer año del siglo XXI.

Estados Unidos no dispone de un calendario oficial. En la práctica utilizamos el calendario gregoriano que el Parlamento británico declaró oficial en 1751. Sin embargo, hemos dejado de tener obligaciones con el Parlamento británico desde la guerra de independencia, cuando los norteamericanos obtuvieron el derecho inalienable de llevar cuenta de los años como les diera la gana. (Por nuestra parte preferimos el calendario maya de 584 días, que se basa en la duración del año de Venus, pues reduce el número de cumpleaños).

Una especie de lógica intuitiva de cuentakilómetros justifica comenzar a contar el siglo a partir del año 0, pero la Biblioteca del Congreso ha sacado a relucir el conocido argumento a favor del 01: el primer año de la era cristiana fue el uno. No hubo año 0. Por tanto, no puede decirse que el año 100 después de Cristo es el primero del siglo II, pues así el primer siglo sólo tendría 99 años. Y lo mismo ocurre con los demás siglos.

La biblioteca, no obstante, se olvida de mencionar que la ausencia del año 0 se debe a una metedura de pata. Cuando el monje escita Dionisius Exigus (algo así como «Dionisio el pequeño» en latín) inventó el concepto de la era cristiana en el año 525 d. de C., comenzó a contar la vida de Jesús a partir del año uno.

El uno es un punto de partida prudente, claro está, sobre todo cuando no se cuenta con el cero. En el año 731, el venerable Bede amplió el sistema de Dionisio hacia el pasado, e inventó los años antes de Cristo. Al igual que Dionisio, Bede sólo contaba con el empobrecido sistema numérico romano, que carece del cero. Por tanto, colocó el -1 (el 1 a. de C.) junto al +1 (el 1 d. de C.). Es como contar hacia atrás desde el 2001 hasta el 1999 saltándose el 2000.

¿Cuántos años hay desde el 10 a. de C. hasta el 10 de la era cristiana ¿Veinte? No, 19. Nuestro calendario es como un par de pantalones mal confeccionados por el sastre, con un molesto pliegue en la cintura. Bede no sólo perdió un año entero, sino también un día, pues el año cero era bisiesto. Una vergüenza astronómica.

La Biblioteca del Congreso insiste: «nunca se ha creado un sistema para numerar los años de reinados, dinastías o épocas que no comience a partir del año uno».

Esto no es cierto. Los mayas utilizaban el año cero en su calendario, y el primer día del mes era el cero. Los reyes babilonios llamaban año de accesión al primero de un reinado, especie de año cero. El siguiente era el uno. En la Inglaterra de la Edad Media, los reinados comenzaban a contarse a partir del uno si el rey había ascendido al trono en los primeros meses del año, en caso contrario el siguiente año se consideraba el primero.

Además están los astrónomos. Imagínese que usted es el cometa Halley, que se acerca a la Tierra más o menos cada 75 años. ¿Qué debe hacer entonces cuando atraviese la interface entre los años antes de Cristo y la era cristiana? ¿Saltarse un año porque los romanos se olvidaron de incluir el cero en su sistema numérico? En 1740, el astrónomo francés Jacques Casini, en un intento de seguir la pista de cometas y eclipses, reemplazó el sistema numérico basado en el nacimiento de Cristo por otro con signos de más y de menos en el que el cero desplazaba al 1 a. de C., el 2 a. de C. pasaba a ser el -1, y así sucesivamente. Los siglos comenzaban en el año cero.

No obstante, una portavoz de la Biblioteca del Congreso sigue insistiendo en que nadie usa el cero al contar. Otra agencia federal, la NASA, no se ha enterado de esto, pues sigue lanzando sus cohetes cuando la cuenta atrás llega a cero, no al uno.

Pregúntele a cualquier pedante defensor del 01 a qué hora del 1 de enero del 2001 piensa celebrar la llegada del milenio. Probablemente le dirá: «a medianoche». Sin embargo, el Observatorio de Greenwich, cronómetro oficial del mundo, considera medianoche las 00.00 horas. Y de acuerdo a la Conferencia Internacional del Meridiano («International Meridian Conference») de 1884, el comienzo de cada año se produce justo cuando es medianoche en Greenwich. Todos los sabios defensores del 01 que vivan en la costa oriental de Estados Unidos tendrán que ponerse el gorro de fiestas y soplar los matasuegras a las 19.00 horas del 31 de diciembre, pues tenemos cinco horas de retraso en relación con Greenwich.

De todos modos, aparte de estos argumentos, ¿qué hacemos entonces con respecto al calendario judío, al chino y al musulmán, o los demás 40 calendarios que se emplean en otras partes del mundo? Ni el 2000 ni el 2001 son fechas que indiquen con precisión el tiempo transcurrido desde el nacimiento de Cristo. Los tres hermosos ceros del año 2000 constituyen el atractivo que esta cifra tiene para muchos, pues indican un cambio numérico importante. A la gente le importa la cifra en sí, no la cantidad que representa. Ofrecemos una solución simple a esta controversia. Celebrad tanto la llegada del 2000 como la del 2001. Y para estar seguros, celebrad a las 19.00 horas y a medianoche. Celebrad desde temprano. Celebrad a menudo.


Robert Kaplan es matemático y autor de The Nothing That Is: A Natural History of Zero. Dick Terest está escribiendo un libro sobre las raíces no europeas de la ciencia.

 

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