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Escrito por Miquel Barceló |
Sábado 01 de Abril de 2006 |
A finales de 1993 se dieron a conocer al gran público, creo que por primera vez, los ensayos de clonación de embriones humanos realizados por el equipo del doctor Jerry Hall en el Centro Médico Universitario George Washinghton. Después, en febrero de 1997, nos enteramos de la clonación de la oveja Dolly. Y empezó el debate... Un debate que los lectores y autores de la narrativa de ciencia ficción venían ya practicando desde bastantes años atrás, síntoma claro de la utilidad de la ciencia ficción como un posible "aprendizaje para vivir en el futuro". Al fin y al cabo, como se ha repetido ya varias veces aquí, en la definición que diera Isaac Asimov, la ciencia ficción es "la narrativa que estudia la respuesta humana a los cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología". Un buen entrenamiento mental para enfrentarnos a las novedades que nos depara la tecnociencia moderna. En realidad, la clonación de embriones ya no es una novedad científica ni un descubrimiento excepcional, como lo demuestra el hecho de que, durante muchos años, antes incluso de 1993, constituía una de las prácticas ya habituales para los estudiantes universitarios de biología. La novedad aportada en su momento por el equipo del Dr. Hall fue aplicar esa técnica a embriones humanos y, como consecuencia, despertar en el gran público, por primera vez, el interés por los posibles límites de la ciencia y la tecnología y, también, sobre los problemas éticos y morales que rodean a ciertos experimentos científicos y tecnológicos. La ingeniería genética Ya en 1932, Aldous Huxley imaginaba una sociedad rígidamente estratificada y preestablecida como consecuencia de una determinación genética. En UN MUNDO FELIZ son los "centros de incubación y condicionamiento" los que fabrican distintos tipos de seres humanos. A unos les limitan el oxígeno durante la gestación para convertirlos en obreros que se ocupen de los trabajos más serviles, mientras que otros recibirán mayor inteligencia para que formen la élite dirigente. Como suele ocurrir en la buena ciencia ficción, incluso el aspecto científico de la especulación de Huxley no nace del vacío. Pocos años antes, en 1924, J.B.S. Haldane daba a la luz un interesante ensayo: Daedalus, or Science and the Future que contemplaba con inocente optimismo un futuro en el cual los biólogos habrían "inventado" nuevas especies de algas para resolver el problema de la alimentación de la humanidad, y en el cual nuevos niños "ectogenéticos" nacerían de úteros artificiales y podrían ser modificados. Haldane no llegó a imaginar las técnicas de la ingeniería genética bioquímica, pero sí imaginó muy acertadamente la reacción popular ante la manipulación directa de los contenidos genéticos a los que, en su opinión, se consideraría blasfema. Los clones Tras el brillante y casi definitivo tratamiento de Huxley, el tema de la ingeniería genética en la ciencia ficción no adquirirá nuevo ímpetu hasta la eclosión de la idea de la clonación humana. Una de las primeras en abordarla será Ursula K. Le Guin que, en 1968, publicaba en Playboy el relato Nueve vidas que, posteriormente, se recogería en su antología LAS DOCE MORADAS DEL VIENTO (1975). En la narración de Le Guin, el tema central es la psicología de los clones que se han hecho necesarios para constituir equipos de exploración en mundos distantes. Los equipos de diez clones presentan claras ventajas ya que, como indica un componente del clon John Chow: "...pensamos de forma similar... Si nos dan los mismos estímulos, el mismo problema, lo más probable es que tengamos la misma reacción y hallemos la misma solución al mismo tiempo. Las explicaciones son fáciles; generalmente no necesitamos dárnoslas. Rara vez dejamos de comprendernos. Eso facilita nuestro trabajo como equipo". Pero hay también problemas y, en la especulación de Le Guin, son los psicológicos los que interesan: ante la muerte de nueve de los componentes de un equipo clónico, el superviviente, nunca acostumbrado a la soledad se siente "muerto en nueve de sus diez partes" y su retorno a la sociedad humana resulta ciertamente problemático. Determinismo genético y aprendizaje Los límites de la ciencia Ficción |
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