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43. ¿Kepler, matemático asesino?
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Escrito por Miquel Barceló   
Domingo 01 de Julio de 2007

Se atribuye a Newton (1643-1727) la famosa frase "Si he visto más lejos es porque estoy de pie sobre los hombros de gigantes" (If I have seen further, it is by standing upon the shoulders of giants). Aunque, en realidad, la idea la expresara, posiblemente por primera vez, el teólogo y filósofo John of Salisbury (1115-1180) atribuyéndola a su maestro Bernard of Chartres quien decía: "Un enano subido a los hombros de un gigante verá más lejos que el mismo gigante" (Pigmaei gigantum humeris impositi plusquam ipsi gigantes vident).

Sea como sea, Newton usó esa famosa frase, en un extraño ataque de modestia, tras comentar que lo logrado por Descartes (1596-1650) había sido "un buen paso" y que él le había podido superar sólo gracias al trabajo de sus predecesores.

Indudablemente algunos de los más destacados de esos "gigantescos" predecesores fueron el famoso astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601), al final de sus días matemático imperial en la corte de Rodolfo II, y el también brillante matemático alemán Johannes Kepler (1571-1630) quien colaboró con Tycho Brahe en la tarea de elaborar las tablas astronómicas que servirían, primero a Kepler y después a Newton, para establecer la formulación geométrica de la órbita de los planetas del sistema solar.

Pues bien, Tycho Brahe y Johannes Kepler (y muchas cosas más...) se dan cita en una curiosa novela de fácil lectura, escrita por Enrique Joven (doctor en ciencias físicas y, en la actualidad, ingeniero senior en el Instituto de Astrofísica de Canarias). Se trata de El castillo de las estrellas, recientemente publicada por Roca Editorial, que parece tomar su título del hoy legendario castillo de la isla-observatorio de Hven en la que Tycho Brahe trabajó antes de la muerte de Federico II (1597), lo que le obligó a un exilio forzoso hasta que Rodolfo II le acogió en Bohemia en 1599.

No tengo el gusto de conocer a Enrique Joven, pero he leído con interés y satisfacción esa novela que, sin ser un brillante ejercicio literario, se deja leer con facilidad y, sobre todo, con aprovechamiento para quien tenga alguna curiosidad por la ciencia y su historia.

Tal y como cuenta el autor al final del libro, la motivación de esa novela surgió de la lectura de un ensayo un tanto fantasioso de Joshua y Anne-Lee Gilder aparecido en 2004 con el título Heavenly Intrigue, Johannes Kepler, Tycho Brahe, and the Murder Behind One of History's Greatest Scientific Discoveries (Intriga celestial: Johannes Kepler, Tycho Brahe y el asesinato tras uno de los mayores descubrimientos científicos de la historia). La tesis de los Gilder, un tanto peregrina a mi entender, es que la muerte de Tycho Brahe fue debida a un envenenamiento por mercurio que, según los Gilder, lleva el sello de un envidioso Kepler que deseaba librarse de su maestro para apoderarse de los datos de que éste disponía. Kepler sería, según esa hipótesis, un matemático asesino...

Imagino que, como yo mismo, Enrique Joven se sintió molesto ante esa interpretación de los Gilder (hay muchas otras razones para explicar la abundante concentración de mercurio que se halló en el cabello del difunto Tycho Brahe), y se le ocurrió organizar una novela sui generis en la que hay mucho de divulgación científica y, también, de admiración hacia alguno de esos "gigantes" de los que habla Newton.

Para ello, Enrique Joven ha usado como protagonista a un joven jesuita profesor en un colegio de provincias. Ese jesuita actúa en cierta forma como un alter ego del autor y (me temo que con gran queja de algunos puristas literarios pero con gran satisfacción de todos los interesados en la ciencia) ofrece muchos datos sobre la vida y descubrimientos científicos de Brahe y Kepler, discute con los Gilder sobre lo peregrina que le parece su hipótesis e indica otras alternativas posibles y, como no podía ser de otra manera en una novela, experimenta todo tipo de peripecias. Entre ellas, el joven Héctor ha de ver en peligro la continuidad de su comunidad en el colegio en el que imparte sus clases por obra y gracia de la codicia de un ayuntamiento que prefiere ceder ese terreno a una inmobiliaria interesada en la especulación (y en otras cosas...).

Para que la trama no decaiga, Héctor el protagonista (que, casi de manera increíble, cuenta con un estudiante, Simón, sumamente interesado en la astronomía y las matemáticas: rara avis donde las haya...) es también miembro de un grupo que intenta desentrañar el misterio del llamado Manuscrito Voynich, un libro realmente existente (del que habla, por ejemplo Marcelo Dos Santos en su obra El manuscrito Voynich), posiblemente un fraude, escrito eso sí en un código hasta hoy indescifrable y que cuenta con grupos de estudiosos en todo el mundo que, colaborando a través de Internet, intentan comprender su significado o, al menos, comprobar el fraude.

Sea como sea, la divulgación científica sobra la obra de esos "gigantes" a los que se refería Newton, el misterio del Manuscrito Voynich, las peripecias de la comunidad de jesuitas a la que pertenece el protagonista se unen también a otros comentarios que satisfarán a los interesados en la ciencia y en las matemáticas, sin olvidar otras disquisiciones sobre la evolución y la patraña del "diseño inteligente" (afortunadamente el jesuita Héctor es un buen científico y, tal vez respondiendo a una tradición entre los jesuitas del siglo XX, más "moderno" que la mayoría de sus correligionarios cristianos).

Para los interesados, existe en:
http://www.elcastillodelasestrellas.com/Historia_ElCastilloDeLasEstrellas.pdf
una especie de resumen del trasfondo histórico de la época a la que se refiere la narración, al menos en lo que hace referencia a la peripecia del presunto asesinato de Brahe por Kepler y, también al discutido origen del Manuscrito Voynich que, todo hay que decirlo, surge también en la corte de Rodolfo II en Praga donde falleció Tycho Brahe.

En mi opinión, Enrique Joven ha acertado, y mucho, al unir la peripecia vital y científica de "gigantes" como Brahe y Kepler con un misterio, tal vez fraudulento, como puede ser el Manuscrito Voynich aparecido en la misma época y lugar donde falleció Tycho Brahe.

Por otra parte la, repito para mí absurda, acusación de los Gilder: un matemático famoso como Kepler acusado de asesinato... resulta cogida por los pelos en este caso (un error achacable por completo a los Gilder y no a Enrique Joven), pero me ha recordado la serie de asesinatos en torno a las matemáticas y los matemáticos de la ficción de una autora como Catherine Shaw de la que les hablaré en su día (lean, por el momento, La incógnita Newton y tampoco se arrepentirán).

En cualquier caso hay, en torno a Joven y Shaw, una reflexión que me gustaría hacer. En el mundillo de la ciencia ficción (estas novelas que hoy comento NO son de ciencia ficción) se suele decir que los personajes no han de "explicar" cosas al lector, que eso resulta aburrido Hay ejemplos clásicos de "buen proceder" como la frase de Robert A. Heinlein en una de sus novelas: "la puerta se dilató", una eficaz manera de transmitir con gran brevedad que se trata de una sociedad y tecnología no habitual en nuestro entorno cotidiano ya que, en nuestra realidad actual, las puertas todavía se abren para dejarnos pasar y no se dilatan...

Seguro que esa exigencia literaria tiene sentido y que, desde un punto de vista narrativo, cuando un personaje explica demasiadas cosas algunos lectores pueden sentirse molestos y "aburrirse". Pero otros lectores, tal vez los movidos esencialmente por la curiosidad y menos preocupados por "lo literario", nos sentimos interesados si lo que se nos cuenta tiene un mínimo de garra, aumenta nuestros conocimientos o excita nuestras ansias de saber más. Imagino que ése puede ser un defecto (o una virtud, vaya usted a saber...) más propio de quienes nos dedicamos a la ciencia y, en definitiva, al saber de cualquier tipo.

Lo digo porqué me consta que algún lector cuya opinión valoro me ha comentado que la novela de Enrique Joven le había parecido demasiado "explicativa", pero les aseguro que eso no ha sido un problema en mi caso. Me parece una lectura que está al nivel de, por ejemplo, las de esa Catherine Shaw antes citada, y me parece del todo lícito que quienes tenemos una mentalidad más bien curiosa y forjada en la ciencia, podamos encontrar en El castillo de las estrellas una buena diversión.

A la que no es ajena, en cierta forma, el método casi científico con el que el joven Héctor y sus amigos de Internet abordan el problema de cómo interpretar el misterioso código del Manuscrito Voynich. Al fin y al cabo ese interés por descubrir cosas y comprender misterios es el objetivo último de la ciencia.

Como ven ustedes: el truco (para tantas cosas...) se llama curiosidad...

(Habrán observado que, excepto la referencia a la página web con algo de información histórica, poco les cuento de la novela. Estamos en verano y hay tiempo para lecturas: El castillo de las estrellas y La incógnita Newton, parecen una buena lectura, veraniega o no, para matemáticos...)
 
Para leer:

Ficción
- El castillo de las estrellas, Enrique Joven, Barcelona, Roca Editorial, 2007.
- La incógnita Newton (The Three Body Problem), Catherine Shaw, Barcelona, Roca Editorial 2005 (hay edición de bolsillo en Puzzle, 2006 y, también, edición del Círculo de Lectores)

Ensayo
- Heavenly Intrigue, Johannes Kepler, Tycho Brahe, and the Murder Behind One of History's Greatest Scientific Discoveries, Joshua Gilder & Anne-Lee Gilder, Doubleday, Random House, 2004.
- El manuscrito Voynich, Marcelo Dos Santos, Madrid, Aguilar, 2005.

 

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