La paradoja del mentiroso
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Sábado 26 de Junio de 2004

"Todos los cretenses son unos mentirosos" (Epiménedes, vivió en Creta hacia el siglo VI a.C.)

¿Decía el cretense Epiménedes la verdad?


Explicación

Explicación: Epiménides fue un legendario poeta griego que vivió en Creta hacia el siglo vi a. de C. Uno de los mitos que de él se cuentan dice que en cierta ocasión estuvo durmiendo durante cincuenta y siete años. La frase que se le atribuye da pie a una contradicción lógica si se admite que los mentirosos mienten siempre, mientras que las personas que no son mentirosas—las llamaramos veraces—dicen siempre la verdad. Con estas hipótesis, la declaración «Todos los cretenses son mentirosos no puede ser verdadera, porque entonces Epiménides sería mentiroso, y, por tanto, esto que él nos dice tiene que ser falso. Por otra parte, tampoco puede ser falsa, porque se deduciría entonces que los cretenses son veraces, y, por consiguiente, lo que Epiménides dice sería verdad. A los antiguos griegos les tenía perplejos que enunciados de apariencia perfectamente clara no pudieran ser ni verdaderos ni falsos sin contradecirse a si mismos. Un filósofo estoico, Crisipo, escribió seis tratados acerca de la paradoja del mentiroso, de los que ninguno ha llegado a nuestros días. Filetas de Cos, otro poeta griego, tan flaco que se decía de él que llevaba los zapatos lastrados con plomo para no ser arrastrado por el viento, se cavó temprana tumba de tanta angustia que le causaba. En el Nuevo Testamento, san Pablo reproduce la paradoja en su epístola a Tito: Dijo uno de ellos, su propio profeta: «Los cretenses, siempre embusteros, malas bestias, panzas holgazanas» Verdadero es tal testimonio...

(Tito 1:12-13). No sabemos si San Pablo cayó en la cuenta de la paradoja implícita en estas frases.

Existen infinidad de variantes. Un sencilla que elimina toda ambigüedad acerca de si los mentirosos mienten siempre y de si los veraces dicen siempre la verdad es: Esta frase es falsa. En ciertan ocasión, Bertrand Russell manifestó estar convencido de que el filósofo G. E. Moore había mentido tan sólo una vez en su vida. Al preguntársele a Moore si siempre decía la verdad, este se lo pensó un instante y respondió:
"No".


(Referencia: ¡ajá! Paradojas, M. Gardner, Labor S.A. 1983)

 
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