Turistas en Londres (Julio 2004)
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Turistas en Londres

Aquella Semana Santa, Silvia y Pablo viajaron a Londres con sus padres dispuestos a hacer turismo.

El primer día en la capital inglesa, y dado que su hotel estaba en una calle perpendicular a Bayswater Road, justo frente a Hyde Park, decidieron comenzar su recorrido turístico por el parque, al que entraron por la puerta que todos conocían como Marlborough Gate.

No habían hecho más que caminar unos minutos por los Jardines de Kensington, bordeando el lago Serpentine, cuando se encontraron con el monumento dedicado a Peter Pan. Ante la escultura de bronce, Silvia le dijo a su hermano:

-Mira, es Peter Pan.

-Ya lo veo: Es una pena que me quedara a medio leer el libro, que está claro que es muchísimo mejor que la película de Walt Disney.

-¿Y por que no terminaste de leer el libro? –preguntó la niña.

-Porque una polilla hambrienta se comió el libro. Así que me quedé sin saber qué les pasaba a Wendy y a los Niños Perdidos que estaban en manos de los piratas del Capitán Garfio. Además, la famosa polilla no sólo se comió “Peter Pan”, sino también “Alicia en el País de la Maravillas”, “El Mago de Oz”, “La Historia Interminable” y “El Principito”.

-¿Se comió cinco libros?

-Bueno, por lo menos los agujereó, les hizo un boquete bien grande de parte a parte. Yo los tenía ordenados en mi estantería de tal manera que el 1º era “El Principito” y estaba a la izquierda del todo, y el último de la derecha, “El Mago de Oz”, era el 5º. La polilla empezó a comer papel y a abrirse camino, de página en página, a través de los libros y en línea recta, justo desde la cubierta anterior de “El Principito” hasta la cubierta posterior de “El Mago de Oz”.

-¡Qué barbaridad! ¿Y cómo no me lo dijiste? –exclamó y preguntó su hermana.

-Pues porque como eres tan miedosa, lo mismo te asustabas con la historia de la polilla librófoga y no podías dormir pensando en que pudiera trepar a tu cama y comerse tu pijama como se comió mis libros –contestó Pablo.

-¿Qué significa eso de ... libro... no sé qué?

-Pues que come libros. Me acabo de inventar la palabra, ¿a que suena bien? Bueno, pues como te iba diciendo, la polilla atacó los 5 cuentos, y eso que cada libro medía 3 cm de grueso.

-O sea, que en su devastador y literario avance recorrió... lo menos...

-No lo sé; lo que sí sé es que me quedé sin saber qué le pasaba a Wendy y a los Niños Perdidos –dijo Pablo, interrumpiendo los cálculos de su hermana.

Esa misma tarde, mientras sus padres visitaban la National Gallery, para ver de nuevo “La Venus del Espejo”, Silvia y Pablo, después de contemplar el cuadro de Velázquez (la joya del museo, como decían sus padres) pidieron permiso para salir un rato a la calle con la promesa de volver a entrar a la media hora.

Así, aprovechando que en Londres los museos son como tienen que ser, o sea, gratuitos, salieron a dar una vuelta por Trafalgar Square que, como todo el mundo sabe es una plaza, por mucho que se empeñen los ingleses en llamar Square a una plaza; que mira que se ve bien claro que es una plaza, pues nada, ellos: Square.

Como hacía un día espléndido, cosa rara en la capital inglesa, la plaza estaba llena de turistas entre los que se mezclaron los dos hermanos hasta llegar al lugar donde se alza la columna en honor del almirante Nelson.

-Esta columna fue erigida en el año 1843. Es de estilo corintio y ese señor que está ahí arriba es un almirante que se llamaba Nelson. La columna mide 200 pies de altura y tiene un diámetro de 16 pies y 8 pulgadas –dijo Pablo, muy serio.

-Y tú, ¿cómo sabes todo eso? –pregunto su hermana.

-Porque lo leí esta mañana en la guía que ha traído mamá, y me lo he aprendido de memoria para impresionarte.

-Oye, ¿y cuántos metros son doscientos pies?

-No tengo ni idea. Ya sabes que los ingleses son muy raros para sus cosas; pero así, a ojo... mucho.


Silvia y Pablo bordearon la base de la columna mirando hacia arriba, y estuvieron a punto de pisar el dibujo que, con tizas de colores, hacía en el suelo un niño más o menos de su edad; aunque vete tú a saber -pensó Silvia- que con lo raros que son los ingleses, lo mismo miden los años de otra manera.

-¡Cuidado! –exclamó el pintor. Y los hermanos frenaron ante la enorme cabeza pintada en el suelo.

-¿Quién es? ¿Es el retrato de alguien? –preguntó Pablo señalando la cabeza pintada.
El pintor, sonriendo, contestó:

-No tengo hermanos, ni hermanas, pero el padre del retratado es el hijo de mi padre.
Los dos niños se quedaron desconcertados ante la respuesta, hasta que Silvia le preguntó, en voz baja, a su hermano:

-Pero, ¿quién es el retratado?

-No tengo ni idea, que ya te dije que los ingleses son muy raros. Anda, que vaya respuesta. Lo mismo dice que es David Beckham, aunque la verdad, mucho no se parece.

Al lado del pintor una señora pelirroja y con un sombrero lleno de cerezas ofrecía a gritos una libra a quien resolviera el juego que proponía, también pintado en el suelo. Prometía una libra de premio, aunque el que quisiera jugar tenía que pagar media libra. El juego estaba representado por 9 estrellas de colores pintadas en el suelo y alineadas de 3 en 3. Y lo que proponía era lo siguiente:

-A ver, ¿quién se atreve a trazar 4 rectas de manera que pasen por las 9 estrellas? Pero, atención, que aquí está lo difícil: ¡Sin levantar la tiza del suelo!

Turistas en Londres

Como los niños no llevaban dinero encima, desistieron de jugar, aunque se quedaron para ver cómo un turista holandés fracasaba en el intento
.
Siguiendo en su paseo alrededor de la columna se dieron cuenta de que junto al pintor y a la señora que ofrecía el juego de las 9 estrellas, había muchas más personas que proponían juegos y adivinanzas, así que, para no ser menos, Pablo y Silvia se pusieron a pensar algún problema. Sentados en los escalones del monumento pensaban y pensaban, imitando en su postura al Pensador, la escultura de Rodin, hasta que Silvia, poniéndose en pie y después de volver a contemplar la columna de Nelson, le preguntó a su hermano:

-¿A que no sabes cuanto mide la guirnalda que, en espiral, circunda a la columna 5 veces?

Pablo, entusiasmado con el problema planteado por su hermana se levantó, y dando dos sonoras palmadas para hacerse oír, gritó a los que le rodeaban:

-A ver, ¿Cuánto mide la guirnalda que trepa por la columna?

Todos dejaron de jugar a los acertijos y adivinanzas, y hasta el pintor dejó de pintar, para rodear a Pablo y a la columna, en un subir y bajar cabezas un tanto mareante. Pablo, ante la mirada interrogante de todos, disimulando, se acercó a su hermana y le preguntó al oído:

-Pero bueno, ¿cuánto mide?

-¿Y yo qué sé? Lo he dicho para que vean que a nosotros también se nos ocurren problemas.

En ese preciso momento, mientras todos en la plaza trataban de resolver el problema, apareció Spiderman, el hombre araña con una cinta métrica en la mano.

-¡Yo mediré la guirnalda! –exclamó, y comenzó a trepar por la columna siguiendo la espiral de la guirnalda ante la mirada de los presentes que no se sorprendieron de su llegada, como si fuera tan normal que apareciera, así, de repente, el hombre araña, ante cuya presencia los dos hermanos se llevaron un buen susto.

Cuando estaba a punto de llegar al final de la guirnalda, apareció Superman y volando hasta lo alto de la columna empezó a pelearse con Spiderman, intentando quitarle la cinta métrica para medir él la guirnalda.

En ese momento, y para sorpresa y susto de los niños, que no para los demás que no parecían sorprenderse ante lo que estaba pasando, la estatua de Nelson cobró vida, se movió, se estiró y bostezando exclamó:

-¡Vaya tontería de problema! Mi guirnalda mide...

Pero en ese momento un ensordecedor trueno retumbó en la plaza acallando las palabras del almirante. Segundos después comenzó a llover con una intensidad tal que en un momento se borró del suelo el retrato y el juego de las 9 estrellas, sin que los niños pudieran averiguar la solución.

Todos corrieron a refugiarse en el pórtico de la National Gallery. En su carrera, Pablo y Silvia sintieron que alguien les cogía de la mano y cuando se volvieron se encontraron con que Peter Pan corría entre ellos. Antes de que les diera tiempo a recuperarse de la sorpresa vieron que también corría a guarecerse de la tromba de agua Alicia y el Conejo del Reloj, y la protagonista de El Mago de Oz junto con el León, el Robot y el Espantapájaros, que llevaba en brazos al Principito, mientras que Bastián, el héroe de La Historia Interminable, se reía de ellos y trataba de ponerles la zancadilla.

En la puerta del museo los niños encontraron a sus padres en compañía de Flaminia Triunfi, la modelo que posó para La Venus del Espejo, que había cubierto su cuerpo con la colcha de raso sobre la que se tumbaba en el cuadro.

Y todo el mundo tan tranquilo, como si lo que estaba ocurriendo fuera de lo más normal; menos Silvia y Pablo que, alucinados, miraban sin poder creer lo que estaban viendo: nada menos que a los personajes de sus cuentos preferidos. Hasta que Peter Pan, sentándose con ellos en el primer escalón de la escalinata de acceso al museo, les dijo:

-Bueno, amigos míos, aprovechando el aguacero os contaré la maravillosa aventura que se comió la polilla tragona.

**********

-Venga, arriba. Levantaos de una vez.

La madre de Pablo y Silvia zarandeó a los niños para que se despertaran.

Habían terminado su primer día de turismo en Londres agotados, después de recorrer con sus padres todo Hyde Park, y de callejear y visitar la National Gallery.

Ya por la tarde, y mientras descansaban sentados en los escalones del monumento a Nelson, estuvieron a punto de quedarse dormidos, vencidos por el cansancio. Así que, nada más llegar al hotel, cayeron en la cama como fardos para recuperar fuerzas, ya que su padre les advirtió: Venga, a descansar, que mañana nos espera otra dura jornada, ya que dura es la vida del turista.

Pablo se despertó justo en el momento en que Peter Pan le comenzaba a contar la parte que faltaba en su cuento, mientras que Silvia abría los ojos en el preciso instante en que Nelson, sonriendo, le decía:

-Silvia, querida, mi guirnalda mide...


Autor: Joaquín Collantes
Asesor matemático: Antonio Pérez Sanz

 
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