La Familia Gordón Manteca (Agosto 2004)
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Familia Gordón Manteca

Pedro Gordón Manteca, de premonitorios apellidos, estaba gordo. No podía negarlo, aunque quisiera, y mucho menos disimularlo, aunque lo intentara vistiendo siempre de negro y caminando de perfil por la calle. Su desesperación comenzaba cada mañana, cuando el espejo y la báscula, crueles, le gritaban la verdad a la cara: ¡Estás gordo, gordísimo, mismamente una foca!. Y para colmo, le acababan de regalar una báscula parlante, de esas que, además de señalar el peso en una pantalla, una voz metálica dice tu peso en voz alta. La primera vez que se subió en la báscula lo hizo ilusionado con el estreno. Pero su ilusión duraría bien poco ya que, nada más subirse encima, después de un sospechoso crujido de muelles, se oyó la voz, más angustiada que metálica que decía: ¡Por Dios! Súbanse de uno en uno.

Para quitarse la depresión, desayunó 4 huevos fritos acompañados y bien acompañados con un kilo de morcilla de Burgos, untado todo con una generosa cantidad de pan y 3 cafés con leche.

Pedro Gordón Manteca estaba casado con Teresa Oronda Grande que tenía, centímetro más o menos, la talla y contorno de su marido, aunque no su complejo ya que, inteligente y equilibrada, decidió no deprimirse a partir de usar la talla XXXXXLLL.

Teresa y Pedro tenían 3 hijas y 2 hijos que, en vez de heredar una finca en Extremadura, por ejemplo, heredaron el metabolismo y la tendencia a engordar de la que eran buenos representantes sus padres. Y es que el lamento general de la familia era: ¡Nos engorda hasta el agua! (Lo que no confesaban era que acompañaban al vaso de agua con un bocadillo de chistorra frita.)

Los 5 hijos, alertados por los lamentos de su padre cada vez que se pesaba, decidieron pesarse en grupo, para disimular, pero en la balanza industrial que tenía la tienda de la esquina, ya que la báscula parlante pedía auxilio y retrocedía hasta la pared cada vez que solos, o en grupo, entraban en el cuarto de baño.
Una mañana, las 3 niñas bajaron a la tienda a comprar 3 docenas de huevos y 5 kilos de patatas para hacer una tortilla -tamaño familiar- y el tendero, después de servir la mercancía, les dijo, señalando a una clienta que hablaba con él:

-Esta señora y yo hablábamos, precisamente, de vosotras y...

-Claro, diciendo que estamos como focas –dijo la hermana mayor, interrumpiendo al tendero.

-Pues no, aunque sí. Nos preguntábamos cuántos años tendríais.

-Pues las edades de nosotras 3 -contestó la hermana mediana, que de mediana no tenía nada- bien sumadas dan lo mismo que 3 veces la mía, y multiplicadas equivalen a 12 veces mi edad.

-Pero bueno, ¿cuántos años tenéis cada una? –preguntó la clienta.

-Pues ya se lo ha dicho bien claro mi hermana –contestó la hermana pequeña, que sólo era pequeña en edad, que no en peso.

El tendero y la clienta no se molestaron en calcular las edades de las niñas, ya que se quedaron con la duda de si no les habrían tomado el pelo, así que el tendero preguntó
:
-A ver, ¿qué más quieren The fat sisters?

- ¡Cuidadito! Que sabemos inglés, elderly and stupid shopkeeper –dijeron las 3 a la vez.
En ese momento entraron en la tienda los 2 hermanos que, después de saludar, le dijeron al tendero:

-Venimos a pesarnos, que hemos hecho régimen 10 minutos y queremos ver los resultados. Pero antes queremos pesarnos con nuestras hermanas, los 5 juntos.

-¿Por qué? -preguntó el tendero.

-Porque hemos descubierto que pesándonos de 2 en 2 e intercambiándonos de uno a uno cada vez, sabremos el peso de los 5 gastándonos solamente una moneda –dijo el hermano pequeño, sujetándose los pantalones, convencido de que en los 10 minutos de régimen había rebajado una talla.

-Además, hemos comprobado -dijo la hermana mediana- que pesándonos a pares pesamos 89 kilos, 85, 84, 83, 82, 81, 80, 78, 76 y 74. Y además cada uno de nosotros pesa más que el que le sigue en edad.

-No entiendo nada –dijo el tendero.

- Pues es muy fácil, lo que pasa es que usted sabrá mucho inglés, pero lo que es matemáticas..., bueno, a lo hemos venido: queremos pesarnos en la superbáscula.

-Muy bien. ¿Queréis un caramelo? Pero solamente UNO –recalcó el tendero, antes de que le pidieran 20 o 30, poniendo uno de los paquetes de caramelos sobre el mostrador.

-Espere, ¿de qué sabor son los caramelos?

-Los tengo de naranja y de limón. Un paquete de cada.

-¿Y ese tercer paquete?

-En ese están mezclados de naranja y de limón. Es que acabo de recibir 3 paquetes de caramelos, con 100 caramelos cada paquete. En el primer paquete hay caramelos de naranja, en el 2º de limón y en el 3º mezclados, mitad y mitad: 50 de naranja y 50 de limón. Lo que pasa es que las 3 etiquetas de los 3 paquetes han venido, por error, cambiadas. Entonces, no sé cuántos caramelos tendré que sacar como mínimo para averiguar el contenido de cada paquete. A ver, vosotros que sois tan listos, averiguadlo .

-Es muy facil: 32 –contestó la hermana pequeña.

-No le engañes –le advirtió el hermano mayor.

-Bueno..., pues 23.

-No le haga usted caso, que mi hermana es muy bromista.

-Entonces, ¿cuántos caramelos tendré que sacar? –preguntó el tendero.

-Se lo decimos si nos regala los 300 caramelos –propusieron los 5 hermanos al mismo tiempo.

El tendero, por supuesto, no aceptó el trato, así que los 5 hermanos se pusieron en fila dispuestos a pesarse en la superbáscula. En ese momento entró en la tienda la madre que, arrobada, contempló cómo sus hijos se pesaban. Cuando terminaron la complicada operación, les preguntó:

-A ver, hijos míos; ¿cuánto pesáis?

-Seguro que el señor tendero podrá responderte, ya que le hemos dado todos los datos para averiguar cuánto pesamos cada uno de nosotros.

-Si..., claro..., por supuesto..., pero ahora es que no tengo tiempo. Y, por cierto, ¿cuántos años tienen las niñas? –preguntó el tendero, cambiando de conversación.

-¡No se lo digas, mamá! Que también le hemos dado todos los datos para que lo averigüe –gritaron las 3 niñas.

-Es cierto –reconoció el tendero- pero es que son ustedes muy complicados. La verdad es que no me he enterado ni cuántos años tienen las 3 niñas, ni cuánto pesan los 5.

-Bueno, es que a nosotros, además de la fabada, nos gustan mucho los juegos y los cálculos matemáticos –dijo la madre, muy orgullosa de sus hijos.

-Claro, claro. En fin, ¿qué desea usted, doña Teresa?

-Vamos a ver... póngame manzanas, peras, melocotones y...

-¡Espera, mamá! -exclamó la hija mayor- déjame a mí.

-Muy bien, hija, adelante.

-Atención, señor tendero: si 3 manzanas y un melón pesan lo mismo que 10 melocotones, y 6 melocotones y una manzana pesan lo mismo que un melón. ¿Cuántos melocotones serán necesarios para equilibrar un melón?

El tendero, furioso, no lo dudó más, y convencido de que en esa familia, además de estar gordos, no estaban en su sano juicio, exclamó:

-¡Marchando 10 kilos de manzanas, 15 de melocotones y 5 de peras! –añadiendo, con sorna- Bueno, con esto ya tendrán ustedes por lo menos hasta la noche. Y procure que los niños coman mucha fruta, no sea que les ataque la anemia perniciosa, que los noto como desfallecidos.

Doña Teresa y sus hijos salieron de la tienda. Y el tendero y la clienta vieron como, en la misma puerta, la madre reñía a los niños porque ya se habían comido todas las peras. Lo último que oyeron es que la hermana mayor, con la boca llena, reñía al hermano pequeño, diciéndole:

-Cómo tengo que decirte que no te comas los melocotones de 3 en 3, que un día te vas a atragantar.


Autor: Joaquín Collantes
Asesor matemático: Antonio Pérez Sanz

 
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