Vino, fruta y madera (Abril 2005)
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Vino, fruta y madera

Un frutero y un carpintero, cuya tienda y taller estaban muy próximos a la taberna de un amigo, tenían la costumbre de reunirse en ella todas las tardes, al terminar su jornada laboral. La taberna se anunciaba mediante un aparatoso letrero en el que se podía leer: “La Taberna de Bautista”, con las letras doradas sobre fondo verde y con el fondo adornado con racimos de uvas.

Aquella tarde, como todas las tardes de lunes a viernes, el frutero y el carpintero entraron el la taberna saludando al dueño, que estaba, como siempre, trajinando detrás de la barra.

-Buenas tardes, Bautista.

-Buenas tardes, amigos. ¿Qué, cómo van los negocios?

-Muy bien, pero yo tengo un pequeño problema con mi balanza –dijo el frutero.

-¿Y que le pasa a la balanza? –pregunto el tabernero.

-A la balanza nada, lo que pasa es que solamente tengo 2 pesas, porque se me han perdido las demás.

-¿Y cuanto pesan las pesas?

-Las pesas no son muy pesadas. Una pesa, pesa 10 gramos, y la otra pesa, es decir, la pesa que más pesa, pesa 40 gramos.

-Oye, está un poco pesado con lo de las pesas –dijo el carpintero, y añadió- Bautista, anda, sírvenos un par de vinos.

El tabernero llenó 2 copas de vino tinto y volvió a la carga, preguntando al frutero:

-Bueno, ¿y qué pesa con las pasas, digo, que pasa con las pesas, con la que pesa más y con la que pesa menos?

-Pues que tengo que pesar en la balanza, mañana por la mañana, 1.800 gramos de cerezas.

-¿Y qué?

-¿Cómo que y qué? Pues que no sé cómo me las arreglaré para pesar el encargo, o sea: dividir los 1.800 gramos de cerezas en 2 paquetes, uno de 400 gramos para un cliente y otro de 1.400 gramos para otro, pesando solamente con las dos pesas que tengo, y lo más importante, realizando sólo tres pesadas.

-Pues eso es muy fácil, hombre, lo que tienes que hacer es...

-Déjate de cálculos y pon otro vino, que éste ya se ha evaporado –dijo el carpintero, interrumpiendo al tabernero, cuando le iba a dar la solución al frutero.

En ese momento se abrió la puerta para dar paso a un cliente que, con un periódico, debajo del brazo, llegó hasta la barra y, apoyándose en ella, pidió:

-Por favor, me pone 5 gin tonic.

El tabernero, el frutero y el carpintero lo miraron extrañados ante semejante petición, hasta que el cliente repitió el pedido, ante lo cual, el tabernero le sirvió sus 5 copas que, ante su sorpresa, se las bebió una tras otra, mientras ojeaba la prensa.

-Me pone 4 gin tonic –volvió a pedir.

Más extrañado aún, el tabernero le sirve las 4 copas, viendo como se las bebe una tras otra.

-Me pone 3 gin tonic.

Se las bebe y vuelve a pedir, con voz pastosa:

-Me pone 2 gin tonic.

Y, finalmente, agarrándose al mostrador para no caerse, pide:

-Me pone un gin tónic.

El cliente, después de tomarse su última copa, pagó las consumiciones, se despidió de los presentes tartamudeante y se dirigió hacia la salida tambaleándose. Cuando ya estaba en la puerta, se dio media vuelta y alzando los hombros dirigiéndose al tabernero le dijo:

-No lo entiendo, cuanto menos bebo más borracho estoy.

Y salió a la calle, dejando desconcertados y divertidos a Bautista y a los dosamigos que, aprovecharon para pedir otro vino. El tabernero, después de llenar las copas vacías, les dijo a sus clientes:

-Pues yo también tengo que resolver un problema. Y mucho más difícil que el de tu balanza –le dijo al frutero.

-A ver, cuéntanos.

-Ya que me acusáis injustamente de echarle vino al agua, es decir de bautizarlo...

-Es que tú, también, vaya profesión que has elegido llamándote Bautista, y apellidándote Aguado –dijo el carpintero, chusco.

-Pues anda, que tú, apellidarte Madero.

El frutero se echó a reír, ante lo cual, el carpintero, ofendido, le espetó:

-¿Y tú, de qué te ríes? Apellidarte Lechuga, siendo frutero.

-¿Qué?

-Y de segundo apellido Tapia, estando como estás medio sordo.

-Oye, que yo no estoy gordo.

Después de la demostración de la sordera del frutero, Bautista, después de servir otro vino a sus amigos, decidió seguir con la explicación de su problema:

-Pues como iba diciendo: una mezcla de vino y de agua está en la proporción

vino: total = k: m.

-¿Eso que quiere decir? –preguntó Madero.

-Déjame terminar; sigo: si añadimos x unidades de agua o si quitamos x unidades de vino, nos origina la misma nueva proporción vino: total.

Calcular el valor de esta proporción.

-Pero bueno, ¿te has vuelto loco?, eso es dificilísimo. Me has levantado dolor de cabeza, estoy hecho viruta –exclamó Madero, el carpintero.

-A ti lo que te pasa es que eres un tarugo –dijo, con sorna, el frutero.

-¡Y tú en melón! A ver si lo resuelves tú.

-Oye, estás como un tomate –le dijo el tabernero al frutero.

-Es del calor, ponme otro vino para refrescarme. ¿Por qué no jugamos a los dardos, para entretenernos? –propuso el frutero, bebiéndose de un trago el vino recién puesto.

-¿Y a cual de las dos dianas tiramos? –preguntó el carpintero, que también se había bebido de un trago su vino.

-A la que está en la pared. Y ahora pregunto yo: a ver cómo nos las arreglamos para hacer 50 puntos exactos con el menor número de impactos.

-Pero, ¿cuántos números hay en la diana? –preguntó el frutero, entornando los ojos para intentar ver cual de las dos dianas que veía sería la verdadera.

-¿No los ves? La diana tiene 5 números, correspondientes a las 5 puntuaciones: 3, 5, 11, 13 y 19.

El primero en tirar fue el carpintero, lanzando su dardo a la diana que creía que era y acertando en la diana que no era, o sea, en la pared y justo en el que creía que era el número 13.

-¡26! –exclamó entusiasmado.

El tabernero y el frutero no pudieron contener la risa, aunque Bautista Aguado le quitó los dardos para que no le estropeara aún más la pared. En ese momento volvió a abrirse la puerta para dejar paso a un cliente que le preguntó al tabernero:

-Bautista, ¿me has preparado las cajas?

-Ahora mismo se las preparo. Vuelva dentro de media hora.

El cliente se fue después de decir que volvería a la media hora. El tabernero colocó encima del mostrados 6 cajas de cartón vacías y 25 botellas de vino de rioja. Ante la operación, Jesús Madero y Antonio Lechuga preguntaron a su atareado amigo:

-¿Qué haces?

-Nada.

-¿Cómo que nada? ¿Qué vas a hacer con esas 6 cajas y con esas 25 botellas?

-Pues preparar el encargo de mi cliente. Es que tengo que colocar estas 25 botellas en estas 6 cajas, aunque me gustaría que en cada caja hubiera un número impar de botellas. Y, ahora que lo pienso, no sé cómo hacer el reparto.

-Ya está, yo tengo la solución –exclamó el carpintero- 25 entre 6 igual a 4. Mete 4 botellas en cada caja.

-Pero sobre una –dijo el tabernero.

-Esa me la bebo yo –dijo el carpintero, cogiendo la botella sobrante.

-Deja esa botella, que ya estás como una cuba –se apresuró a decir el tabernero, recuperando la botella que había cogido el carpintero- Además, ya he dicho que me gustaría que en cada una de las cajas hubiera un número impar de botellas.

-¿Por qué?

-Porque soy muy supersticioso y no me gustan los números pares.

El tabernero y el frutero se quedaron, cada uno en su lado de la barra, intentando resolver el problema de las 25 botellas y las 6 cajas, olvidándose del problema del vino y el agua y del de la balanza.

El frutero, convencido de que ya había bebido bastante -lo cual era cierto- decidió irse a su casa, intrigado con quién podría estar moviendo el bar, que no paraba de dar vueltas. Así que, pensando en el problema de la diana y los dardos, se dirigió hacia las dos salidas del bar que veía, saliendo, por supuesto, por la puerta que no era.


Autor: Joaquín Collantes
Asesor matemático: Antonio Pérez Sanz

 
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