Historias matemáticas
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El País, 17 de marzo de 2001.
Babelia, Única, pág. 16 - Crítica
JOSÉ MANUEL SÁNCHEZ RON Historias Matemáticas

Paul Hoffman y Richard Mankiewicz analizan el arte de Euclides.
Ciencia. El hombre que sólo amaba los números
Paul Hoffman. Traducción de Leandro Sanz
Granica. Barcelona, 2000.
296 páginas.
4.000 pesetas
Historia de las matemáticas.
Richard Mankiewicz
Traducción de M. Jorba, R. Molina, J. Trejo y M. Galmarini
Paidós. Barcelona, 2000.
192 páginas.
4.600 pesetas

Todas las disciplinas, todos los grupos sociales, de cualquier país o época, poseen su folclore, sus héroes y mitologías; historias y personajes que, complacientes, los miembros del "grupo" recuperan o añaden a su repertorio, y que ayudan a crear un sentimiento de clase, una idiosincrasia exclusiva que tiene la no pequeña virtud de ofrecer compañía y consuelo a los iniciados.

La matemática es una de esas disciplinas; de hecho, una de las más antiguas y consolidadas que imaginarse pueda. Y como tal posee un panteón particularmente rico de héroes míticos. Pero siempre es conveniente añadir nuevos nombres al santoral, aunque sea de forma efímera, no importa que la talla profesional de éstos no sea comparable de la de los gigantes de la profesión. Y es conveniente porque ello da un toque de vitalidad a la disciplina; de vitalidad y de cercanía: conocimos al héroe, o a alguno que lo conoció; estuvo -acaso, aún está- entre nosotros.

Algo de todo esto tiene que ver con El hombre que sólo amaba los números, obra que narra la historia de Paul Erdos (1913-1996), el matemático "más", leemos, "prolífico y excéntrico de nuestro tiempo: renunció a todas las comodidades materiales, incluso a un hogar, para dedicarse al estudio de los números" (efectivamente, fue prolífico: firmó 1.475 artículos).

Vaya por delante que se trata de un libro interesante, con virtudes obvias, que explican que haya sido un éxito de ventas (en torno a cien mil ejemplares vendidos) en su versión en inglés. Contar la vida de un excéntrico suele atraer la atención, más aún si se adereza la narración con distintos episodios y personajes de, en este caso, la matemática, muchos no demasiado frecuentes (como la teoría de grafos) en las páginas de los libros que divulgan esa ciencia, pero otros (por ejemplo, los números primos y el teorema de Fermat) visitantes habituales de tales escenarios. Tomado en su conjunto, la impresión que uno extrae de este libro es ambivalente y agridulce: es verdad que Hoffman se esfuerza por transmitir qué es y cómo puede surgir la creatividad en matemática, al igual que por explicar lo que la separa -y también algo de lo que la une- con otras disciplinas, y que no son escasas las lecciones que el lector puede extraer de su lectura, pero tiende a hacerlo presentándonos al matemático como un ser extraño y alejado del mundo, que vive en dimensiones a las que, parece, les es imposible acceder a la mayoría de los mortales. Mala forma es ésta de combatir el tópico contra el que tanto dicen luchar los matemáticos: que la sociedad -los, por ejemplo, niños en la escuela- no debe temer al arte de Euclides. No está nada, nada, claro que cuando se pretende superar esa tan nefasta frontera, el modelo de Paul Erdos sea el mejor; que no sea muy peligroso hacer protagonista, casi un héroe, a quien con más de un motivo se podría calificar de monstruo, a un ser obsesivo y egoísta.

Es obligado también referirse a la traducción. De entrada hay que señalar la utilización de paper en lugar de "artículo", una presencia que se repite innumerables veces, llegando a hacerse insoportable. Pero faltan otros anglicismos tan como "eventualmente", errónea traducción de eventually, ni curiosos ejercicios como el que se pone en evidencia cuando leemos en una página "Trinity College" y en otra "Colegio Universitario de Londres", al que poco después se nombra como "University College de Londres". La posible excusa de que se trata de una editorial que comparte sede entre Barcelona y varias capitales hispanoamericanas nos puede hacer comprensivos a la hora de aceptar términos como "pararan" (ponerse en pie) o "sacos" (chaquetas), pero nunca con los del tipo de papers, más aún si tenemos en cuenta que el libro se ha impreso en España. Por último, reseñar la falta de cuidado en la edición, que se manifiesta sobre todo en la legión de erratas tipográficas que afectan al apellido del protagonista: confundida la máquina por el doble acento húngaro sobre la "o" de Erdos (que no podemos reproducir aquí), ha escrito multitud de veces "Erdó,s". Frente al descuido de El hombre que sólo amaba los números, la Historia de las matemáticas de Richard Mankiewicz es todo lo contrario. Se trata de un libro hermoso, magníficamente editado (salvo por un tipo de letra excesivamente pequeño). De hecho, en este punto, en sus magníficas y abundantes ilustraciones, se encuentra la fortaleza del libro. El texto, correcto desde luego, no le distingue especialmente de otras obras dedicadas a estudiar la historia de la matemática, con la excepción -y esto es importante- del muy encomiable esfuerzo que Mankiewicz realiza por conectar a la matemática con otras materias científicas, así como por mostrarla como una disciplina viva, que se desarrolla en sus contenidos propios, sí, pero no a costa de habitar en universos recónditos; en enseñárnosla como un saber relevante y actual social, cultural y tecnológicamente (véanse, en este sentido, capítulos como "códigos mecánicos", "matemáticas y arte moderno" o "caos y complejidad"). Por eso es por lo que la honramos y por lo que forma parte de lo mejor de nuestro patrimonio.

 
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