30. Topología Ficción (2)
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Escrito por Miquel Barceló   
Jueves 01 de Junio de 2006

Las cosas ocurrieron deprisa. Creo no había pasado ni un día desde que la anterior entrega de esta MATEMÁTICA FICCIÓN, la primera sobre el tema de la Topología Ficción, se había "colgado" en la red, cuando me llamó por teléfono el señor Joan Simó desde Valencia. Tenía una interesante recomendación para mí, de la que les hablaré más adelante.

Tengo la suerte de haber conocido en persona al señor Joan Simó cuando, hace ya meses, acudí a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia para dar una conferencia sobre Jules Verne y su obra. Por eso no me extrañé en absoluto cuando, con el interés y la amabilidad que le caracterizan, el señor Simó me recomendó otro relato de Más Allá para ilustrar estas entregas dedicadas a la Topología Ficción (que empiezo a presumir numerosas... quien avisa no es traidor).

El señor Simó me recordaba que, en el número seis de Más Allá (precisamente a partir de su página 4), se incluía otro relato que hacía referencia a cintas de Moebius, botellas de Klein y "tesseracts" (el "hipercubo" de cuatro dimensiones) e incorporaba, ¡incluso!, ilustraciones de esas tres figuras clásicas de la topología divulgada al gran público. El relato era Estrella, la Brillante de Mark Clifton, publicado en Más Allá en noviembre de 1953.

Como sea que mi padre nunca ha sido un coleccionista riguroso y, todo hay que decirlo, que mi tío Josep María solía tomar y aportar no pocos de los libros y revistas de ciencia ficción que ambos leían en aquellos años cincuenta de mi niñez, lo cierto es que no tengo ese ejemplar en concreto de Más Allá. Pero tengo el original ya que, como se puede comprobar incluso en la Wikipedia, se trata de un relato clásico de un autor clásico de la ciencia ficción de los años cincuenta.

El original se publicó en el número de julio de 1952 de la revista Galaxy Science Fiction y llevaba por título Star, Bright e incluso se cita en la edición inglesa de la Wikipedia (http://en.wikipedia.org/wiki/Mark_Clifton) como el relato por el que más se recuerda hoy en día a Mark Clifton. Una muestra más de la "buena pupila" de los que editaban Más Allá (y del señor Joan Simó).

En esa historia, muy típica de los años cincuenta, Clifton nos habla de una niña, Estrella, una de las primeras de una nueva especie de humanos superdotados. El atribulado padre de Estrella aprende con un cierto temor que ésta divide a los humanos entre los Brillantes (Brights, superdotados como ella, de altísimo cociente intelectual), los Estúpidos (Stupids) que serían la gran mayoría de los seres humanos y un grupo de Intermedios (Tweens), en el que caritativamente se incluye el padre de Estrella. Esos niños acabarán dominando las funciones telepáticas e incluso el viaje por el espacio (teleportación) y el tiempo.

Lo interesante es que, para ilustrar la gran potencialidad intelectual de esos niños, Clifton usa precisamente la topología.

Estrella, con su brillantez intelectual es capaz de encontrar por sí misma, ¡a los tres años!, lo que es una cinta de Moebius y sus propiedades. Su padre le cuenta que ya era conocida como "cinta de Moebius" y eso provoca en la niña una cierta decepción (-¿Alguien ya había hecho una? - dijo algo desilusionada).

Más adelante, la niña será capaz de fabricar una botella de Klein usando, evidentemente, sus excepcionales poderes mentales (PSI o ESP como solían llamárseles en los años cincuenta) para "doblar" una hoja en la cuarta dimensión y formar con ello una botella de Klein. No hay que decir que Estrella también se sorprende al saber que los Estúpidos (o tal vez los Intermedios...) ya conocían la idea. Más tarde hará algo parecido con la construcción del hipercubo de cuatro dimensiones que llamamos tesseract (que los Estúpidos conocemos pero no sabemos construir [con la peculiar excepción del arquitecto de un relato de Robert A. Heinlein del que les hablaré el próximo mes...])

O sea que, de nuevo, la topología aparece no como elemento central del relato, sino como algo auxiliar pero, eso sí, como demostración de la capacidad mental de un personaje lo que, imagino, dejará de lo más satisfechos a los matemáticos ocupados en temas topológicos...

En resumen, como ya decíamos el mes pasado, en los años cincuenta proliferaron los relatos en torno a la topología (a los que volveremos el próximo mes) y, también, hubo gran interés por la telepatía y los poderes paranormales llamados ESP (Extra Sensorial Perception) o, también PSI.

Ambos se dan cita en ese relato Estrella, la Brillante que me hizo recordar el señor Simó y, también en otras obras de Mark Clifton quien, todo hay que recordarlo, trabajó como director de personal y se dice que entrevistó a casi 100.000 personas (ésa es la cifra que se suele citar, aunque el detector de anumerismos que suelo llevar incorporado [ver la entrega número 5, de abril de 2004] me hace pensar que, en 40 años de vida laboral a unos 250 días por año, eso daría unas diez entrevistas al día. Aburrido pero posible...).

En cualquier caso esa actividad profesional parece justificar lo que dice la Wikipedia de la opinión de Clifton sobre los seres humanos y como, a través de tantas y tantas entrevistas, se formó la idea de las falsas ilusiones que la gente suele poner en sus propias capacidades al mismo tiempo que se convenció de la grandeza de que también son capaces los seres humanos.

Pese a lo que pueda decir la Wikipedia (que Clifton es hoy más recordado por el relato Estrella, la Brillante), lo cierto es que Clifton ha pasado a la historia de la ciencia ficción como el autor, junto a Frank Riley, de uno de los primeros Premios Hugo de la historia, el segundo que se concedió. Lo obtuvo en 1955 con la novela titulada THEY'D RATHER BE RIGHT (Prefieren tener razón) publicada en revista en 1954 y que, en su edición de 1958, cuando apareció por primera vez en forma de libro, tomó ya el título definitivo de THE FOREVER MACHINE (La máquina de la eternidad).

En 1954, antes de que la ciencia real creara el concepto mismo de "inteligencia artificial" (bautizada oficialmente durante el verano de 1956 en el Dartmouth College estadounidense), la ciencia ficción imaginaba ya como podría ser "una máquina que pueda pensar mejor que el ser humano".

En esta famosa y premiada novela (sorprendentemente inédita en España hasta el año 2002 en que me atreví a traducirla yo mismo y publicarla...), se describe una época de caza de brujas y de control de la opinión parecida a lo sucedido realmente en los años cincuenta estadounidenses con las iniciativas del senador McCarthy. En la ficción, un gobierno omnipotente y represor ordena construir una máquina pensante que pueda prever las catástrofes y evitarlas eliminando el posible error humano.

El resultado es Bossy, una inteligencia artificial avant la lettre, que es, además, capaz de curar y perfeccionar a los seres humanos quienes, bajo su influjo, desarrollan nuevas posibilidades físicas y mentales. Entre estas mejoras se encuentra la inmortalidad que, gracias a Bossy, está al alcance de todos aquellos que prefieran la flexibilidad de criterios a la rigidez de los prejuicios.

Aventuras tradicionales, personajes más bien estereotipados, y un buen ritmo narrativo componen una novela entretenida y agradable que no desdeña criticar la intolerancia ni abordar ciertas reflexiones presuntamente profundas sobre la inmortalidad, la ciencia o la inteligencia artificial.

LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD es, como Estrella, la Brillante, un fiel exponente del tono y las preocupaciones típicas de la ciencia ficción de los años cincuenta con su especial atención a la telepatía y a otros poderes extrasensoriales y parapsicológicos.

Junto a las primeras especulaciones sobre la futura inteligencia artificial, es fácil rastrear también en LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD un posible intento de tecnificar la "dianética", esa ciencia-camelo para la perfección de la actividad mental humana, creada en esos años por el autor de ciencia ficción Ron L. Hubbard (con la aquiescencia y el soporte de Campbell, el editor de Astounding, la revista donde se publicó también la novela de Clifton y Riley), y que se ha convertido hoy en la religión de la Cienciología que ha generado, como tantas otras religiones, grandes beneficios económicos a su "inventor" o a sus principales adláteres. Conviene recordar aquí que la dianética nació a finales de los años cuarenta, cuando Hubbard era un escritor habitual en las revistas pulp de ciencia ficción, y que fue en mayo de 1950 cuando Campbell publicó en Astounding un amplio artículo sobre el asunto, que pronto dio paso al libro de Hubbard "Dianetics: The Modern Science of Mental Health" (1950) y a toda la parafernalia posterior. Evidentemente, Clifton hace que su Bossy actúe como un equivalente de la dianética (aunque resulte, francamente, mucho más barato...) y, según parece, la mayoría de las tesis "mentalistas" de Hubbard proceden de esta novela de Clifton.

Hay que entender que, en los años cincuenta, los tiempos eran otros: hacía poco que habían explotado las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki (un acto de violencia y mortandad ante el cuál la hoy tan traída y llevada caída de las torres gemelas de Nueva York el famosísimo 11 de septiembre de 2001, parece un trabajo de aficionados...); se iniciaba una etapa de grandísimo recelo ante ciertos logros de la ciencia; el presunto final del nazismo daba paso a la guerra fría y al enfrentamiento entre el llamado "mundo libre" y el llamado "comunismo"; y, tal vez para desmentir esa etiqueta de libertad, el senador McCarthy (y con él la mayor parte de la "sana" sociedad estadounidense...) iniciaba la intolerante caza de brujas. No eran tiempos demasiado gozosos.

Ha pasado ya más de medio siglo desde que se escribió LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD y será bueno recordar de nuevo que, además, en los años cincuenta, la ciencia ficción se preocupaba muy a menudo por un tema hoy bastante olvidado como es el de la telepatía y los otros poderes extrasensoriales. No en vano, el primer premio Hugo de la historia (EL HOMBRE DEMOLIDO de Alfred Bester, premio Hugo de 1953) trataba precisamente de las complejidades de un asesinato en una sociedad de telépatas.

Los telépatas y los poseedores de nuevos poderes mentales (como el protagonista grupal de MAS QUE HUMANO de Theodore Sturgeon, los "calvos" de MUTANTE de Henry Kuttner, los telépatas de SLAN de Alfred Van Vogt y tantos y tantos otros) eran un tema recurrente en la ciencia ficción de los años cincuenta. Ilustraban la posibilidad de una nueva especie llamada a substituir a los humanos, y eran la fuente de un posible enfrentamiento entre padres e hijos, entre los humanos "normales" y los nuevos descendientes de la humanidad dotados de poderes que hoy llamaríamos parapsicológicos. Algo parecido a lo que ocurre, sin dramatismo, en el relato Estrella, la Brillante.

Por otra parte, la eclosión de los primeros ordenadores y el desarrollo de la cibernética de Norbert Wiener a finales de los años cuarenta (con la aparición del nuevo y fecundo concepto de la retroalimentación), hacía nacer otro tipo de posible substituto del ser humano: una máquina que pudiera pensar mejor que los humanos. Y si bien eso es algo que ahora podemos comprender (sabemos ya que Deep Blue ha ganado a Kasparov, aunque sólo en el juego del ajedrez...) debió ser un pensamiento sorprendente, y tal vez aterrador, en los años cincuenta.

Pues bien, la originalidad de Mark Clifton (verdadero impulsor de la historia de la máquina Bossy y el telépata Joe Carter, pese a que haya otros autores involucrados en su redacción final: Frank Riley y Alex Apostolides) fue precisamente unir esos dos temas, entonces importantes pero independientes.

Hacer novelas sobre telepatía en la ciencia ficción de los años cincuenta era algo habitual. No lo era hablar de una posible "inteligencia artificial" (nombre todavía no utilizado entonces), concebida en aquellos días como la posibilidad de construir un "cerebro sintético" o artificial llamado a mejorar el del ser humano. La novedad de LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD fue precisamente unir esos dos temas: los poderes extrasensoriales y los cerebros artificiales para componer una narración que especula sobre un futuro posible y la problemática, ética, social y humana que indefectiblemente va a plantear.

En esa misma línea de humanos mejores y más poderosos intelectualmente, Estrella, la Brillante, como me recordaba el señor Joan Simó, es un interesante precedente que, además, hace intervenir la Topología Ficción que ahora nos ocupa. De momento para continuar con el tratamiento que le ha dado la ciencia ficción, les emplazo de nuevo hasta el próximo mes..

Para leer:

Ficción
- "Estrella, la Brillante". Mark Clifton. Revista Más Allá, número 6, noviembre 1953. Buenos Aires. (Y como "Star, Bright" en revista Galaxy Science Fiction, julio 1952. Nueva York)
- LA MÁQUINA DE LA ETERNIDAD. Mark Clifton y Frank Riley. Barcelona. Ediciones B. NOVA (núm 155). 2002.

 
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