36. Un Mundo de viejos
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Escrito por Miquel Barceló   
Viernes 01 de Diciembre de 2006

Uno de los viejos sueños de la humanidad es escapar a la muerte y no tener la vida limitada en el tiempo. Lo llamamos inmortalidad.

Pero la inmortalidad, en su sentido más literal, es del todo imposible. Nuestro universo, aunque muy duradero en el tiempo, tiene su final anunciado ya sea en el posible Big Crunch o, simplemente, por el deterioro energético a que obliga la segunda ley de la termodinámica. Todo lo que forma parte de este universo está llamado a tener un final y, aún cuando ya nos gustaría pervivir los eones que le quedan todavía al universo, lo cierto es que nunca podremos ser literalmente inmortales.

Aunque imposible, la inmortalidad ha sido siempre uno de los temas típicos de la mejor ficción especulativa de la que la ciencia-ficción es el mejor exponente. En realidad, bajo ese nombre lo que está en discusión es una longevidad extrema, la libertad de escapar al envejecimiento o, simplemente, alcanzar edades provectas con la plenitud de facultades típica de la juventud acompañadas, eso sí, con una mayor experiencia y conocimiento.

En la tradición literaria habitual, desgraciadamente, la inmortalidad o la vida muy longeva suele ser vista como una aspiración errónea y falaz. Casi siempre se incide en el inevitable aburrimiento de una vida demasiado larga, como si la capacidad de sorpresa de nuestro intelecto quedara seriamente limitada con la longevidad. Afortunadamente, eso no coincide con lo que hoy sabemos, ya que el cerebro es el órgano humano que mejor resiste al envejecimiento (salvo en el caso de que se presente una patología neurodegenerativa). Se puede llegar a anciano manteniendo la lucidez y la agilidad mental, y ejemplos paradigmáticos como el de Bertrand Russell resultan aleccionadores a ese respecto.

Sea como sea, una mayor longevidad es ya una realidad.

En el mundo occidental, la esperanza de vida al nacer se ha incrementado de forma espectacular. Hace tan solo un siglo, en 1900, la vida media en España era de sólo 35 años, y hoy la esperanza de vida al nacer es ya de 82.5 años para las mujeres y 75.3 años para los hombres. Un aumento de la duración de la vida de más del 200% en sólo 100 años. Y, en este caso, la causa reside tan sólo en la simple mejora de las condiciones de vida: agua potable, cuidados sanitarios, mejor alimentación, incremento de la tecnología médica, etc.

A lo largo de la historia, llegar a centenario había sido posible sólo para algunos. Los investigadores afirman, por ejemplo, que Ramsés II se acercó a los cien, y de eso hace ya unos buenos 3250 años. Olvidando por ahora las dudosas cuentas del viejo Matusalén, parece ser que la persona que alcanzó mayor edad en la historia es la francesa Jeanne Calment que falleció en 1997 a los 122 años de edad.

Llegar a centenario hoy ya no es demasiado problemático y, según se dice, la reina de Inglaterra, que tiene la costumbre de felicitar a aquellos de sus súbditos que alcanzan los 100 años de edad, envía ahora diez veces más felicitaciones que cuando llegó al trono, hace ya medio siglo.

La gran pesadilla de los sistemas de seguridad social, un mundo de viejos, empieza a ser una realidad inevitable para el siglo que empezamos. Las últimas estimaciones de las Naciones Unidas establecen que la actual población del planeta pasará de los 6000 millones actuales a unos 8900 millones en el año 2050, pero que el número de personas que superan los 60 años, que hoy son unos 600 millones, pasarán a ser 2000 millones en ese mismo año 2050. Un mundo de ancianos.

El envejecimiento y la muerte son consecuencia de la propia vida. En realidad, la naturaleza nos necesita como individuos para que podamos procrear y dar continuidad a la especie. No es nada extraño que, una vez superada la edad fértil, la naturaleza no se preocupe tanto de mantenernos con vida: en ese sentido, ya hemos realizado nuestra función en el mundo. Es, en definitiva, nuestra tecnología la que parece estar cambiando las reglas del juego evolutivo ya que, afortunadamente, con la cultura y la tecnociencia, los humanos nos hemos distanciado de los simples mecanismos biológicos que, pese a todo, siguen actuando en nosotros.

Curiosamente, a veces la ciencia-ficción nos ha prevenido contra ese envejecimiento de la especie llegando incluso a extremos un tanto exagerados. En los años sesenta, con el creciente culto a la juventud tan típico de esa década, William F. Nolan y George Clayton publicaron La fuga de Logan (Logan's Run, 1967), una curiosa novela llevada al cine en 1976 con la dirección de Michael Anderson y protagonizada por Michael York. Más tarde, tras el éxito de la película, se hizo una serie de televisión protagonizada por Gregory Harrison y de la que se emitieron 14 episodios desde septiembre de 1977 a enero de 1978. Tras el éxito de la película, Nolan escribió continuaciones como Logan's World, Logan's Search, Logan's Return e incluso se hizo una confusa serie de cómics sobre el tema (Marvel).

La historia original, la de la primera novela, trata de un futuro, en el cercano siglo XXIII, en donde, tal vez para evitar los problemas del exceso de población, todos aceptan morir ritualmente al cumplir los 21 años (en la versión cinematográfica se alargó hasta los 30 años...). En la novela, la edad de cada persona está marcada por el color de un cristal alojado en la palma de su mano derecha: amarillo hasta los 7 años, azul de 7 a 14, rojo de 14 a 21 hasta llegar al último día (lastday) en que el cristal parpadea entre rojo y negro hasta que al final de ese último día se vuelve completamente negro. Ni que decir tiene que hay algunos que se niegan a morir y se convierten en "escapados" (runners) a un mítico "santuario" fuera de las ciudades.

Una autocracia juvenil que hoy sabemos exagerada y demasiado alejada de la realidad que nos aguarda en el futuro cercano: un mundo de ancianos.

Pero hay mucho, muchísimo, más sobre la inmortalidad en la ciencia ficción y a ello volveremos el próximo mes de enero, si las tradicionales comidas de las fiestas navideñas no lo impiden...

Para leer:

Ficción
- William F. Nolan's Logan: A Trilogy / Logan's Run / Logan's World / Logan's Search, William F. Nolan, New York, Dell Books, (1992).

Para ver:

Ficción
- La fuga de Logan (1976), Director: Michael Anderson, Warner Bross, E.E.U.U.

 
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