8. (Septiembre 2007) El rinoceronte, de Eugène Ionesco
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Escrito por Marta Macho Stadler (Universidad del País Vasco)   
Sábado 01 de Septiembre de 2007

Las obras de teatro de Eugène Ionesco (1909-1994) describen la banalidad del ser humano, que vive sumido en un mundo contradictorio en el cual las personas no consiguen comunicarse.

Este pesimismo es una de las señales del teatro del absurdo, que pone en escena obras sin sentido aparente, con diálogos reiterativos y disparatados, con ambientes sofocantes y carentes de secuencia dramática. Además de Ionesco, algunos de los dramaturgos dedicados a este movimiento teatral son Samuel Beckett, Jean Genet o Tom Stoppard.

La obra El rinoceronte (Rhinocéros) fue publicada en 1959 por la editorial Gallimard. La primera representación tuvo lugar en el Odéon-Théâtre de France

(París) en enero de 1960. Se trata de una obra en tres actos (el segundo dividido en dos escenas), que se describen a continuación.

Acto primero

La escena comienza en una ciudad tranquila, un domingo a la mañana. Dos hombres, Berenguer (el protagonista, empleado de una oficina tímido y poco seguro) y su dominante amigo Juan están sentados en la terraza de un café: Juan reprocha a su amigo su falta de personalidad y su incipiente alcoholismo y Berenguer se defiende sin demasiado interés.
De repente, un rinoceronte atraviesa la plaza con gran estruendo: los personajes (la señora, el caballero anciano, el lógico, el dueño del café, la camarera, etc.) observan la carrera del animal, volviendo a sus ocupaciones inmediatamente.
Berenguer divisa a la joven Daisy, una de sus compañeras de la oficina, de la que está enamorado, aunque es incapaz de declararse, en parte acomplejado por otro de sus colegas, Dudard, con el que se ve incapaz de rivalizar.
En una mesa próxima, un anciano caballero conversa con el lógico, mientras Berenguer y Juan continúan discutiendo.
Repentina y ruidosamente, cruza la plaza en sentido inverso al primero, otro rinoceronte. La sirvienta deja caer su bandeja y la señora aparece abatida, sosteniendo en sus brazos a su gato, que el rinoceronte ha aplastado en su carrera.
Se entabla una discusión frívola entre Juan y Berenguer sobre si se trata de un único rinoceronte, sobre si tenía uno o dos cuernos y sobre si era de origen asiático o africano… que termina con Juan abandonando la terraza furioso y Berenguer lamentando la estúpida discusión.

Acto segundo (en dos escenas)

Esta escena tiene lugar al día siguiente en la oficina donde trabaja Berenguer. Los presentes (la secretaria Daisy, el profesor jubilado Botard, el subjefe de la oficina Dudard y el jefe señor Papillón) comentan la ausencia de uno de los empleados, el señor Bœuf, y con especial incredulidad  lo acontecido el día anterior. De repente entra la señora Bœuf que se dice perseguida por un rinoceronte… aparece un paquidermo que destroza la escalera, que ella reconoce como su marido (“¡No puedo dejarle así, pobrecito mío! ¡Me llama! ¡Me llama!”), y se van ambos, ella subida en los lomos de su pareja metamorfoseada.
Cada vez más habitantes se transforman en rinocerontes: los empleados quedan bloqueados en la oficina y son rescatados por los bomberos.

Cambia la escena, estamos en casa de Juan. Berenguer visita a su amigo para disculparse: Juan está enfermo, critica a la especie humana y poco a poco se convierte en rinoceronte delante de un Berenguer aterrorizado.

Acto tercero

La escena tiene lugar en casa de Berenguer. Los rinocerontes, cada vez más agresivos, no cesan de correr por la calle. Le va a visitar Dudard, que quita importancia al fenómeno (“De todos modos, no es enfermedad mortal. Hay enfermedades que son sanas. Estoy convencido de que se cura uno si quiere. Ya se les pasará.”), y comenta a Berenguer que el propio señor Papillón se ha transformado en paquidermo. Berenguer se indigna, y Dudard reprocha a su colega su intolerancia. Llega Daisy con la comida y comentando que Botard es ya un rinoceronte, mientras Dudard va en busca de la manada (“¡Tengo escrúpulos! ¡Mi deber me obliga a seguir a mis jefes y mis camaradas para lo mejor y para lo peor!”).
Daisy y Berenguer quedan solos, hacen planes de futuro… pero presionada por las circunstancias, Daisy sucumbe y se reúne con los rinocerontes (“Son dioses”).
Berenguer queda solo delante del espejo. ¿Qué hacer? Decide resistir: “¡Soy el último hombre, seguiré siéndolo hasta el fin! ¡No capitulo!”.

La obra tiene una clara influencia kafkiana (recuerda la transmutación sufrida por Gregorio Samsa, que se convierte en un escarabajo en “La metamorfosis” de Franz Kafka), y según los expertos la rinoceritis simboliza al fascismo que poco a poco invade a todo un pueblo: en la obra se critica el conformismo, la sumisión al poder, la conquista del colectivo sobre el individuo, cualquier forma de totalitarismo, etc.

· Los siguientes fragmentos están traducidos del francés por María Martínez Sierra (E. Ionesco, Obras Completas, Aguilar, 1973): reproducen la conversación (entremezclada con el diálogo entre Juan y Berenguer, que se simboliza con […]) que tiene lugar durante el primer acto entre el anciano caballero y el lógico; es una disparatada lección de Lógica:

EL LÓGICO (al anciano caballero): ¡He aquí, pues, un silogismo ejemplar! El gato tiene cuatro patas. Isidoro y Fricot tienen cada uno cuatro patas. Ergo Isidoro y Fricot son gatos.
EL CABALLERO(al lógico): Mi perro también tiene cuatro patas.
EL LÓGICO (al caballero): Entonces, es un gato. […]
EL CABALLERO(al lógico después de haber reflexionado largamente): Así, pues, lógicamente, mi perro sería un gato.
EL LÓGICO (al caballero): Lógicamente sí. Pero lo contrario también es verdad. […]
EL CABALLERO (al lógico): Es hermosa la lógica.
EL LÓGICO (al caballero): A condición de no abusar de ella. [...]
EL LÓGICO (al anciano caballero): Otro silogismo: todos los gatos son mortales. Sócrates es mortal. Ergo, Sócrates es un gato.
EL CABALLERO: Y tiene cuatro patas. Es verdad. Yo tengo un gato que se llama Sócrates.
EL LÓGICO: Ya lo ve usted… […]
EL CABALLERO (al lógico): ¿Sócrates, entonces, era un gato?
EL LÓGICO (al caballero): La lógica acaba de revelárnoslo. […]
EL LÓGICO (al caballero): Volvamos a nuestros gatos.
EL CABALLERO: Escucho. […]
EL LÓGICO (al caballero): El gato Isidoro tiene cuatro patas.
EL CABALLERO: ¿Y usted como lo sabe?
EL LÓGICO: Resulta de la hipótesis. […]
EL CABALLERO (al lógico): ¡Ah, por hipótesis! […]
EL LÓGICO (al caballero): Fricot también tiene cuatro patas. ¿Cuántas patas tendrán Fricot e Isidoro?
EL CABALLERO (al lógico): ¿Juntos o separados? […]
EL LÓGICO (al caballero): Juntos o separados, es según. […]
EL CABALLERO (al lógico, después de haber reflexionado trabajosamente): Ocho, ocho patas.
EL LÓGICO: La lógica lleva al cálculo mental.
EL CABALLERO: Tiene muchas facetas.
EL LÓGICO (al caballero): ¡La lógica no tiene límites! […]
EL LÓGICO (al caballero): Usted lo irá viendo… […]
EL LÓGICO (al caballero): Quito dos patas a esos gatos. ¿Cuántas le quedan a cada uno?
EL CABALLERO: Es complicado.
EL LÓGICO (al caballero): Nada de eso. Es muy sencillo.
EL CABALLERO (al lógico): Lo será para usted, quizá, no para mí. […]
EL LÓGICO (al caballero): Esfuércese en pensar…, vamos…. Aplíquese. […]
EL CABALLERO (al lógico): No veo. […]
EL LÓGICO (al caballero): Hay que decírselo a usted todo. […]
EL LÓGICO (al caballero): Tome una hoja de papel. Calcule. Quitamos seis patas a dos gatos. ¿Cuántas les quedan? ¡A cada uno!
EL CABALLERO: Espere… (Calcula en una hoja de papel que se saca del bolsillo). […]
EL CABALLERO (al lógico): Hay varias soluciones posibles.
EL LÓGICO (al caballero): Usted dirá. […]
EL LÓGICO (al caballero): Le escucho. […]
EL CABALLERO (al lógico): Primera posibilidad: uno de los gatos puede tener cuatro patas y el otro dos. […]
EL LÓGICO (al caballero): Tiene usted dotes; basta con hacerlas valer. […]
EL LÓGICO (al caballero): ¿Y las otras soluciones? Con método, con método… (El caballero empieza de nuevo a calcular). […]
EL CABALLERO(al lógico): Puede haber un gato con cinco patas… […]
EL CABALLERO(al lógico): Y un gato se queda con una pata. Pero, entonces, ¿seguirán siendo gatos?
EL LÓGICO (al caballero): ¿Por qué no? […]
EL CABALLERO(al lógico): Quitando dos patas de las ocho que tienen los dos gatos… […]
EL LÓGICO (al caballero): Podemos tener un gato con seis patas… […]
EL CABALLERO(al lógico): Y un gato sin pata ninguna. […]
EL LÓGICO (al caballero): En ese caso, habría un gato privilegiado. […]
EL CABALLERO(al lógico): ¿Y un gato despojado de todas sus patas, desclasado? […]
EL LÓGICO: Lo cual no sería justo. Ergo, no sería lógico. […]
EL CABALLERO(al lógico): ¿No sería lógico? […]
EL LÓGICO (al caballero): Porque la justicia es la lógica. […]
EL CABALLERO(al lógico): Ya comprendo; la justicia… […]
EL LÓGICO (al caballero): El espíritu se le va iluminando. […]
EL CABALLERO(al lógico): Además, un gato sin patas… […]
EL LÓGICO (al caballero): ¡Ya va usted haciendo progresos en lógica!


En http://www.ionesco.org/ hay una amplia descripción de todas las obras de Eugène Ionesco y algunos fragmentos de algunas de ellas.

 
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