83. (Junio 2014) El hombre del azar, de Yasmina Reza
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Escrito por Marta Macho Stadler (Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea)   
Miércoles 18 de Junio de 2014

El hombre del azar, de Yasmina Reza

El hombre del azar es una obra de teatro de Yasmina Reza, estrenada en septiembre de 1995 en el Hébertot Theatre de París.

El concepto de azar acompaña durante toda la pieza los monólogos de los dos personajes. ¿Qué posibilidades tiene un escritor de éxito de encontrarse, en el compartimento de un tren, frente a una de sus lectoras? ¿Y qué probabilidades tiene una persona de encontrarse con un escritor al que sigue de manera incondicional? Parece que pocas…

Paul Parsky, un famoso y amargado escritor –no deja de usar esta palabra describiendo lo que rodea su vida: amargo– viaja de París a Frankfort en tren. Comparte el trayecto con Martha, una de sus devotas lectoras, que lleva precisamente en su bolso el último libro del autor El hombre del azar.

Cada uno de ellos va sumido en sus pensamientos. Él, en tono quejoso, repasa su vida y su obra. Ella acaba de perder a un amigo muy querido y se siente sola; reconoce al escritor, desearía hablar con él, pero no se atreve a sacar el libro de su bolso, temerosa de una mala reacción de Parsky, que acabaría rompiendo la fascinación que le produce.

Pensando para sí misma, sin atreverse a hablar con él, Martha imagina lo que podría decir al escritor:

Señor Parsky, el azar de la vida, el maravilloso azar de la vida –no el azar a secas– el azar de la vida ha hecho que le encuentre en este tren,  no puedo evitar decirle…

Él se fija en ella, pero tampoco sabe como entablar conversación.

El público de la obra se convierte así en un voyeur privilegiado, ya que conoce a través de ellos sus fantasías, sus mezquindades, los temores de ambos personajes, que dudan en abordar al otro.

Martha decide sacar su libro y comenzar a leer. Parsky piensa que ella debe estar leyendo una parte del libro en la que se observa que el personaje tiene un trastorno obsesivo compulsivo –lo calcula, lo enumera todo–, porque Martha sonríe. El hermano de la mujer también padece esta enfermedad –aluden a ella como la enfermedad del contaje–, una obsesión que le impide pisar las baldosas negras del embaldosado de su casa.

Martha confiesa finalmente a Parsky que le ha reconocido y admite la emoción que ha sentido leyendo sus libros. Él ríe complacido: es la reacción que ella deseaba.

 

Uno se fabrica a sí mismo, uno forja la materia que se le da al azar.

Pensamientos de Martha, antes de entablar conversación con Parsky

 
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