118. (Junio 2017) El error de Maston, de Jules Verne
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Escrito por Marta Macho Stadler (Universidad del País Vasco)   
Miércoles 28 de Junio de 2017

Sans dessus dessous Sin arriba ni abajo o El secreto de Maston– es una novela de Jules Verne publicada en 1889; en ella aparecen algunos de los personajes de De la Tierra a la Luna.

El error de Maston, de Jules Verne

Los protagonistas de la novela son los miembros del Gun Club de Baltimore que, en esta ocasión, intentan rectificar el eje de rotación de la Tierra para hacerlo perpendicular al plano de la eclíptica. ¿Cómo? Utilizando el efecto de retroceso de un cañón gigante, puesto en funcionamiento con un explosivo de gran potencia. Sus intereses no son altruistas: desean cambiar el clima para acceder a una gran extensión de carbón –la fuente de energía de aquella época– bajo los hielos del Polo Norte. El matemático J.-T. Maston, el secretario del Gun Club, será el encargado de realizar los cómputos para conseguir tan extraordinaria hazaña.

Recordamos que la eclíptica es la línea curva por donde ‘transcurre’ el Sol alrededor de  nuestro planeta, en su ‘movimiento aparente’ visto desde la Tierra. Está formada por la intersección del plano de la órbita terrestre con la esfera celeste. La órbita de la Tierra alrededor del Sol define el plano que contiene a la eclíptica y, por tanto, el del movimiento aparente del Sol visto desde la Tierra.

El error de Maston, de Jules Verne

El eje de rotación de la Tierra se encuentra inclinado respecto al plano de la eclíptica.

La novela de Jules Verne comienza con una conversación entre el matemático y Evangelina Scorbitt, una viuda millonaria y enamorada de Maston:

Así, pues, señor Maston, ¿opináis que una mujer no sería nunca capaz de hacer progresar las ciencias matemáticas o experimentales?

– Sintiéndolo mucho, me veo obligado a reconocerlo, señora Scorbitt –contestó J.-T. Maston–. A pesar de que hayan existido y existan, particularmente en Rusia, algunas mujeres matemáticas muy notables. Pero, debido a su estructura cerebral, es imposible que ninguna mujer llegue a ser un Arquímedes o un Newton, por ejemplo.

– ¡Oh, señor Maston! Permitidme que proteste en nombre de nuestro sexo…

– Sexo mucho más adorable, señora Scorbitt, porque no ha sido creado para dedicarlo a estudios trascendentales.

– Entonces, señor Maston, según vos, ¿ninguna mujer hubiera podido descubrir la ley de la gravedad al ver caer una manzana, tal como le ocurrió al ilustre sabio inglés?

– Una mujer que viera caer una manzana, señora Scorbitt, no pensaría en otra cosa más que… en comérsela, repitiendo lo que ya hizo una vez nuestra madre Eva.

– No hay derecho que nos neguéis toda aptitud para entender en cuestiones elevadas.

– ¿Toda aptitud? No, señora Scorbitt, nada de eso. Pero debo haceros observar que desde que el mundo está habitado por seres humanos, y naturalmente, por mujeres, no se sabe de ninguna que haya hecho algún descubrimiento análogo a los que hicieron Aristóteles, Euclides, Kepler y Laplace en el mundo científico.

– Esto no es ninguna razón. ¿Es que el pasado debe responder irremisiblemente al porvenir?

– ¡Hum! Lo que no se ha hecho en tantos miles de años es muy posible que no se haga nunca.

El error de Maston, de Jules Verne

Evangelina Scorbitt y J.-T. Maston. Ilustración de George Roux.

Sorprendentemente, y a pesar de su despectivo trato hacia las mujeres, el misógino J.-T. Maston consigue que Evangelina Scorbitt financie, en parte, su aventura.

El diálogo no tiene desperdicio, desde la alusión a la inferioridad intelectual de las mujeres debido a su estructura cerebral, pasando por la mención a la manzana de Eva (y de Newton), hasta la contundente afirmación de que las mujeres nunca podrían conseguir ser científicas.

Maston suaviza sus opiniones respecto a las mujeres con la frase ‘A pesar de que hayan existido y existan, particularmente en Rusia, algunas mujeres matemáticas muy notables’, en la que el matemático haría alusión a Sofia Kovalevskaya (1850-1891).

Verne añadió esta frase a sugerencia del matemático Albert Badoureau –del que hablaremos más tarde– que asesoró al escritor en la redacción de la novela. Se conoce este dato gracias a la correspondencia entre el escritor y el científico, publicada en Le Titan moderne (ver [3]), en la que Badoureau sugiere:

La conversación del principio entre J.-T. Maston y Mrs. Scorbitt podría modificarse. Ha habido grandes matemáticas, en particular en Rusia.

El error de Maston, de Jules Verne

Primera página del manuscrito de Sans dessus dessous. Imagen extraída de [4].
Bibliothèque municipale de Nantes / Musée Jules Verne).

El error de Maston, de Jules Verne

Detalle del comentario añadido, sugerido por Badoureau, en la imagen anterior.

Según estas notas, Badoureau conocía a Sofia Kovaleskaya antes de que la Academia de Ciencias de París le concediera en Premio Bordin (el 24 de diciembre de 1888). Jacques Crovisier comenta en [4] que podía deberse a la fama de la matemática en el mundo académico o quizás gracias a Henri Poincaré –que mantuvo una relación epistolar con Sofia Kovaleskaya, al estar ambos interesados en el estudio de los anillos de Saturno–, antiguo compañero y amigo de Badoureau.

Para responder a las críticas de ‘científico aficionado’ que recibió en otros de sus escritos, Jules Verne pidió a su amigo, el matemático e ingeniero Albert Badoureau (1853-1923) –del que acabamos de hablar más arriba– que redactara un capítulo suplementario explicando los cálculos incluidos en la novela. Ese apéndice, con numerosos dibujos ilustrativos, desapareció tras las primeras ediciones, aunque puede verse en [10].

Badoureau fue un matemático notable; se le debe, por ejemplo, un estudio de referencia sobre los poliedros semiregulares (ver [2]).

El error de Maston, de Jules Verne

Albert Badoureau (fotografía tomada en 1877) y Alcide Pierdeux (dibujo de George Roux).

De hecho, Badoureau no se limitó a redactar el dosier científico explicando la parte técnica de la novela, también envió a Verne algunas sugerencias puramente literarias –como la referente a las ‘mujeres matemáticas muy notables’–. Por ello, y en agradecimiento, uno de los personajes principales de El secreto de Maston, Alcide Pierdeux, es un álter ego de Badoureau. En la novela, Pierdeux –que en francés se lee πr2 (PI-ERE-DEUX), es decir, el área de un círculo de radio r– es un ingeniero del Cuerpo Nacional de Minas de Francia y matemático de talento.

El otro científico que aparece en la novela, como ya hemos comentado, es el calculador prodigioso, J.-T. Maston.

El error de Maston, de Jules Verne

J.-T. Maston (dibujo de George Roux).

Afortunadamente, Maston comete un error en sus cálculos: si la empresa hubiera tenido éxito, el disparo del colosal proyectil desde el gigantesco cañón habría producido el deshielo de las regiones polares, provocando grandes inundaciones y perniciosos cambios de altitud.

De hecho, Evangelina Scorbitt es la responsable –involuntaria– de que la hazaña de Maston no llegue a buen término: es la heroína de la historia, el fracaso de la empresa de los socios del Gun Club evita grandes catástrofes en todo el planeta. Aunque, tal y como comienza el relato, se podría interpretar que ‘una torpe mujer’ desbarata la empresa del ‘insigne científico’…

En efecto, Evangelina Scorbitt realiza una llamada telefónica a J.-T. Maston en una noche en la que tiene lugar una terrible  tormenta. Justo en el momento de contestar la llamada, cae un rayo y la corriente pasa a través del hilo telefónico, atravesando el garfio del científico. Este episodio provoca un despiste en Maston, que acaba  cometiendo un error en sus cálculos.

El error de Maston, de Jules Verne

Ilustraciones de George Roux.

Al final de la novela Alcide Pierdeux explica el motivo del fracaso de la gesta a través de una carta que envía al periódico Le Temps. En efecto, debido al ‘despiste’ provocado por la descarga eléctrica, Maston se equivoca y expresa la longitud de la circunferencia de la Tierra en kilómetros creyendo que lo hace en metros. Este error se amplía en los cálculos posteriores, produciendo un fallo tan grande que los efectos del disparo son insignificantes. De hecho, al rehacer las cuentas correctamente, Maston comprueba que la idea de rectificar el eje de rotación de la Tierra es tecnológicamente imposible…

 

Más información:

[1] Michèle Audin, Souvenirs sur Sofia Kovalevskaya, Calvage & Mounet, 2008

[2] Jean Paul Albert Badoureau, Mémoire sur les Figures Isocèles, Journal de l’École polytechnique 49 (1881), 47-172.

[3] Albert Badoureau, Le Titan Moderne. Notes et observations remises à Jules Verne pour la rédaction de son roman Sans dessus dessous, Actes Sud, 2005

[4] Jacques Crovisier, Albert Badoureau, mathématicien oublié, Quadrature 66 (2007) 15-19.

[5] Jacques Crovisier, Sans dessus dessous, ou la Terre désaxée, LÉSIA

[6] Jacques Crovisier, Jules et Albert à propos de Sophie dans Sans dessus dessous, Verniana

[7]  Marta Macho Stadler, El error de Maston, un calculador prodigioso, Cuaderno de Cultura Científica, Matemoción, 17 agosto 2016

[8] Marta Macho Stadler, Sofia Kovalevskaya, en una novela de Jules Verne, Mujeres con ciencia, Ciencia y más, 22 agosto 2016

[9] Cristian Tello, El secreto de Maston, Julio Verne, el más desconocido de los hombres, 2016

[10] Primera versión completa de Sans dessus dessous (Wikipedia) y Tercera edición de Sans-dessus-dessous (Gallica).

 
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