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Entre el saber y el creer
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La Vanguardia, 15 de Julio de 2001
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CARTA DOMINICAL
CARDENAL RICARD M. CARLES CREER SE OPONE FRECUENTEMENTE A SABER. Es una forma original de relación con un objeto de conocimiento. Nuestra ideología contemporánea tiene confianza en el saber, en particular respecto a las ciencias, y tiene reservas acerca del dominio de la creencia, juzgada inferior. Ésta es del orden de la convicción personal, es decir, que no se discute, pero que quizás tampoco se puede compartir. Pero esta afirmación es muy superficial. El creer es cotidiano en nuestras vidas y no podemos prescindir de ello. De entrada, nuestros conocimientos son fruto del saber de otros. Lo que de niños y adolescentes hemos aprendido, lo hemos recibido y creído de nuestros profesores. Digamos lo mismo de las informaciones que leemos en la prensa.
A pesar de que podamos relativizar los medios de comunicación, queda en pie algo elemental: no podemos vivir sin creer lo que dicen los otros. Esta confianza está en la base de la sociedad, y por esto la mentira es algo tan grave en toda la vida social. La sinceridad es la primera forma de honestidad. Más aún hay que decir que la investigación científica comporta una parte de creencia. ¿Qué es una hipótesis sino la creencia de que tal ley puede explicar los fenómenos analizados? Esta hipótesis habrá de ser corregida o no, pero esta interpretación creyente de la hipótesis, provisional sin duda, es el motor de la investigación. Depende de una lógica de la invención, que no es la misma que la lógica de la demostración.
Bernard Sesboüé recuerda, a este respecto, cómo el matemático alemán Georg Cantor había descubierto un teorema de matemáticas contrario a todo lo que él había tenido por verosímil, tanto que escribe a su colega Dedekind pidiendo su juicio acerca de su teorema. "En tanto que usted no me lo haya aprobado, yo no puedo decir sino: lo veo, pero no lo creo. Es decir, conoce la verdad, pero no la cree. Para ello necesita el consenso de otros matemáticos. Más aún, en su correspondencia, Cantor y Dedekind se refieren incluso a los "artículos de la fe de la teoría de las multiplicidades". Dedekind le responde: vuestro teorema es exacto, pero "pone en duda los artículos de fe admitidos hasta el presente". Más tarde el teorema será una evidencia comúnmente aceptada en matemáticas.
Todo esto nos recuerda que el creer no es actitud exclusivamente religiosa, sino una realidad humana general, y que la oposición entre creer y saber no es tan simple. El creer invade nuestras informaciones cotidianas. E incluso está presente en la investigación científica. No se puede vivir en sociedad sin tener confianza, es decir, sin un mínimo de fe en los otros. De todo ello se deduce una conclusión: el acto de creer es un acto esencial de la condición humana, un acto noble y auténticamente humano, y no un acto vergonzoso.

 

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