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Es él quien, desobedeciendo las reglas, le da acceso a los manuscritos de Voltaire y, de paso, a los de Gabrielle-Émilie le Tonnelier de Breteuil, marquise du Châtelet, a quien Gerta no conocía. Una tarde, cuando el área de estudio se ha vaciado, Serge Saumon se sienta a su lado, llevando un ejemplar de los Elementos de la filosofia de Neuton (sí, con u) traducido por Mme. la Mse. Du Châtelet. Era talentosa: desde pequeña hablaba latín, griego y alemán. El italiano y el inglés los aprendió más tarde. Y si no aprendió español fue porque alguien le dijo que la única obra reconocida, la de un tal Cervantes, era demasiado fantasiosa y no valía la pena. ¿Te imaginas? Fue alumna del matemático y físico Maupertuis y de Clairaut. Amiga del poeta y filósofo Jean-Baptiste Rousseau. Un texto suyo fue el primero escrito por una mujer que publicó la Academia de las Ciencias; estamos hablando del ano 1738. Esa publicación la proyectó como la gran científica que era. Serge está exaltado platicando (¿monologando, más bien?), y contagia su entusiasmo a la delgada joven de ojos que quieren saberlo todo.
Gerta sigue interesada en Voltaire, pero ahora es Émilie quien acapara su atención. Desde que ella recuerda, se ha sentido atraída por las mujeres que van más allá de cualquier expectativa, que se salen del canon. Mujeres inteligentes, luchadoras, independientes, que ansían el conocimiento y contribuyen a cambiar al mundo.
Inasibles.
Cuando estudiantes e investigadores se han ido, Serge y la alemana revisan los manuscritos con mucho cuidado, tratando de descifrar la letra y las ecuaciones matemáticas. Él le explica, por ejemplo, los dibujos del glóbulo ocular con los que madame Du Châtelet ha ilustrado su Ensayo sobre la óptica, así como los espejos planos y convexos. Le muestra las más de treinta páginas sobre la planos y convexos. Le muestra las más de treinta páginas sobre la formación de los colores. Trata de que comprenda las fórmulas, tachonadas varias veces, con problemas de geometría y aritmética. Ejemplos de cuatro reglas de números enteros, de la formación de los poderes y de la extracción de las raíces de números enteros... Mein Gott, dice Gerta riendo, creo que entendería mejor si estuviera escrito en cirílico.
La letra es pequeña, muy bien trazada, con tinta negra que se distingue fácil en las hojas amarillentas. Aunque no hay rayas que dirijan el trazo, las líneas son rectas y los espacios entre ellas, como medidos con regla.
- Fuente: Alfaguara, 2015.