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29. Los crímenes de Oxford
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Escrito por Alfonso J. Población Sáez   
Viernes 01 de Febrero de 2008

Como era de esperar dedicamos este mes la sección al último y publicitado estreno de Alex de la Iglesia. También proseguimos con éxito nuestra tarea de probar si para cada número natural, existe una película cuyo título en castellano lo contenga.

Cartel Crímenes de OxfordProbablemente la mayor parte de los amigos de DivulgaMAT haya leído hace tiempo el libro de nuestro compañero y colaborador de la sección de literatura Guillermo Martínez. La película, estrenada en nuestro país el pasado 18 de enero, no les habrá deparado por tanto grandes sorpresas, salvo que, contrariamente a lo que sucede con las adaptaciones literarias, refleja bastante bien el espíritu de la novela y la historia original. Nos centraremos en lo que sigue a analizar un poco el contenido y las referencias matemáticas que aparecen (pocas como casi siempre), procurando no fusilar demasiado el argumento para los que no la hayan visto aún ni leído la novela, aunque probablemente los que sí lo hayan hecho, pensaran que contamos demasiado. Seguramente sea así, pero trataremos de que los primeros no lo noten.

Como siempre comenzamos por un breve resumen de la ficha técnica y artística.

Título Original: The Oxford Murders. Nacionalidad: España/Francia, 2008. Dirección: Alez de la Iglesia. Guión: Jorge Guerricaechevarría y Álex de la Iglesia, basada en la novela homónima de Guillermo Martínez. Fotografía: Kiko de la Rica, en Color. Montaje: Alejandro Lázaro y Cristina Pastor. Música: Roque Baños. Producción: Mariela Besuievski, Gerardo Herrero y Álex de la Iglesia.   Duración: 110 min.
Intérpretes: John Hurt (Arthur Seldom), Elijah Wood (Martin), Leonor Watling (Lorna),  Julie Cox (Beth), Burn Gorman (Podorov), Anna Massey (Mrs. Eagleton),  Jim Carter (Inspector Petersen), Alan David (Mr. Higgins), Dominique Pinon (Frank), Tom Frederic (Ludwig Wittgenstein), Ian East (Howard Green), Charlotte Asprey (Mrs. Howard Green), Martin Nigel Davey (Profesor Wilkes).

Sintetizando el argumento al modo de revistas y periódicos, Martin es un joven norteamericano (argentino en la novela) que viaja a Oxford con la intención de que uno de los matemáticos más relevantes en el campo de la lógica, Arthur Seldom, le dirija su tesis doctoral. No será fácil, pero unas extrañas muertes quizá le faciliten su propósito….

Partamos del hecho harto evidente de que llevar a la pantalla una novela de género como ésta no es sencillo. Recuérdese el infame resultado de La tabla de Flandes en nuestro país o la mismísima El código Da Vinci, con mayores recursos que la primera y casi tan penosa. Aunque la excusa del dinero puede influir, hay también múltiples ejemplos en los que el talento del realizador mitiga la carencia de presupuesto (Moebius, Cube, la reciente La habitación de Fermat, etc. Nótese que algunos de estos ejemplos también tienen cierta relación con las matemáticas). Dicho lo cual, Los crímenes de Oxford resulta una película visible, aceptablemente rodada (más adelante haremos algunas matizaciones), interpretada con oficio por los actores y hasta con algunos momentos de intriga. Como ocurre con el texto original, tiene algunos defectos, más acusados en determinadas escenas. Y es que, como ya se ha dicho hasta la saciedad, literatura y cine tienen tempos diferentes, lenguajes diferentes y recursos diferentes, y la extrapolación literal entre ellos no suele encajar bien.

Tópicos. Las películas de género suelen asumir algunas constantes inherentes al tipo de que se trate. Los crímenes de Oxford tiene unos cuantos. Apuntaremos algunos en forma de pregunta:
Imagen película¿No existe algún matemático sin tics, personalidad extraña o extravagante, o sea una persona  “normal”? (es verdad que habría que definir con precisión qué se entiende por “normal”, aunque si nos ponemos puntillosos llegaremos a los mismos postulados de Seldon, que aunque a la gente le parezcan excesivamente rebuscados, son bastante acertados). Por cierto, el de la foto no es John Hurt por mucho que mogollón de periódicos así lo señalen.
¿Tienen que ser los policías tan torpes e inútiles como siempre aparecen en este tipo de películas?
¿Por qué a todas las mujeres se les cae la baba (eufemismo para evitar decir groserías) ante el primer vistazo al protagonista, que en este caso tiene más bien escaso sex-appeal? (Aquí la ficción supera la realidad, salvo, supongo, que seas Brad Pitt o, sin exigir tanto, Ralph Fiennes)
¿Las matemáticas reales sólo sirven en el cine para los títulos de crédito o  mostrar pizarras llenas de fórmulas imperceptibles (éstas sí que son imperceptibles) al ojo del espectador?
¿Son Pitágoras, Fibonacci, Gödel, Fermat (o su seudónimo), p, y el efecto mariposa imprescindibles al hablar de matemáticas en el cine (menos mal que esta vez no hay números primos)?
¿Alguien ha visto alguna vez a algún matemático que jugando a lo que sea dibuje vectores y haga cálculos por toda la cancha, salvo el de Numb3rs y este Martin?
¿Los espectadores a los conciertos, la orquesta y la organización están siempre tan alucinados con la actuación que no se enteran de lo que pasa a su alrededor, o pasan de ello? ¿Es tan fácil burlar la seguridad de tales eventos?

Scrabble, delantales y Hitchcock. ¿La historia del cine ha dado ya de sí todo lo que podía? Es verdad que ante tantas películas es difícil no encontrar algo repetido. Algunos realizadores como Brian de Palma califican sus “licencias” como “homenajes”. Yo no creo que Alex de la Iglesia sea de éstos; ha demostrado la suficiente solvencia como para no tener que recurrir a homenajear a nadie. Sin embargo, cuando estaba viendo la película hubo detalles que me recordaron cosas ya vistas alguna vez (flashes que de repente nos vienen a los espectadores). Imagen películaPor ejemplo lo del Scrabble me recordó al Keyser Soze de Sospechosos Habituales improvisando ante Chazz Palminteri, sólo que allí no hizo falta explicación redundante alguna. ¿Y que decir del atuendo de Lorna? ¿No se lo habrá dejado Jane March tras utilizarlo en El color de la noche?  Por otro lado, el realizador ha declarado querer recuperar el estilo de Hitchcock: nada me lo recordó excepto la escena en los tejados del concierto con fuegos artificiales y disfraces en Blenheim Palace (Hitch planteaba momentos similares en monumentos emblemáticos: Estatua de la Libertad, Monte Rushmore, Albert Hall, etc., aunque con mejores resultados. He de confesar que me ha disgustado muchísimo esa escena. No me parece que esté bien resuelta, por mucho que John Hurt se desquitara de su papel en V de Vendetta). Blenheim Palace es un lugar muy cinematográfico. Allí  se rodaron escenas de Indiana Jones y la última cruzada, Los Vengadores, Barry Lindon, Las cuatro plumas, el Hamlet de Kenneth Branagh, Harry Potter y la orden del Fénix, Orlando, Greystoke, entre otras menos populares.

“El único crimen perfecto no es aquel que queda sin resolver sino el que se resuelve con un falso culpable”. Hay cineastas que gustan de ser crípticos, que el espectador se coma el coco, a veces sin siquiera existir explicación alguna; otros por el contrario, seguramente para que el espectador no se mosquee, dejan claro hasta el último detalle de la película. En Los asesinatos de Oxford (si traducimos textualmente el título original en inglés; un asesinato es un crimen, pero hay otros crímenes como robos, violaciones, etc., que no son asesinatos. Vamos que no es lo mismo, y aquí, en efecto todo son crímenes). A lo largo de todo el metraje, en el tráiler, hay suficientes pistas como para deducir la realidad de lo sucedido (teorema de incompletitud de Gödel: Seldom nos lo recuerda, “Hay una grieta entre lo verdadero y lo demostrable”). Al finalizar la película, la sensación que se tiene es la de que el director quiere asegurarse de que nos enteramos, y plantea en el museo de las falsificaciones (“el lugar que contiene más verdad de todo el planeta, porque todo es falso”) un recorrido por toda la película otra vez, que sinceramente está de más. O al menos se puede exponer más disimuladamente, sin que algunos nos sintamos unos imbéciles. Aunque he de reconocer que nada más terminar la proyección, en el cine, una señora de mediana edad detrás de mí, exclamó, a pesar de todo: ¿Pero quien era el asesino?

Una película muy “British”. Está claro que Guillermo Martínez ha querido en su novela plasmar el peculiar ambiente de una ciudad universitaria e histórica como Oxford a la vez que, es de suponer, hacerle un homenaje. Alex de la Iglesia también. Así que prácticamente todo lo que aparece en la película destila una atmósfera muy británica (salvo Leonor Watling, la falsificación del pórtico de la gloria, la recreación de la batalla de Austwitz en maqueta, Napoleón incluido, y Fibonacci y Pitágoras): referencias a Alan Turing, Lewis Carroll, la rivalidad Oxford-Cambridge, la musiquilla a lo Mr. Chips nada más llegar Frodo (perdón Martin) a la ciudad, las localizaciones, Andrew Wiles (o su seudónimo Wilkes), los actores británicos, en fin, prácticamente todo. Habría estado bien meter en algún lado un poco de Beatles o de Rolling.Librería Blackwell

Lo que me gustaría destacar es un lugar insuperable, para pasarse días y días admirando  libros. La librería Blackwell en Broad Street, con una sala, la Norrington Room de unos 900 m2 de superficie, la mayor de Europa, excavada bajo los vecinos jardines del Trinity College. Benjamin Blackwell la fundó en 1879 en un lugar de apenas doce metros cuadrados, con apenas 700 libros usados (hoy alberga más de 250000 ejemplares en la sede principal, ya que tiene otras nueve librerías especializadas distribuidas por otros lugares).

¿Podemos conocer la verdad? La primera aparición de Arthur Seldom es en una conferencia (escena que luego se repetirá con Martin presente). Vemos a una persona soberbia, muy segura de si misma, prepotente incluso (“La filosofía ha muerto, porque de lo que no se puede hablar, mucho mejor es callarse”). O sea que lo normal es que no se digne ni a mirar a la cara a un anónimo estudiante que quiere que le dirija una tesis. Además, ya le advierten que Seldom ya sólo se dedica a sus conferencias y a escribir libros (como dice el compañero de Martin, Podorov, “Dejad las matemáticas y dedicaros a los cuentos para niños”, en clara referencia a Lewis Carroll y su Alicia, que por si no queda claro, habla a continuación del sombrerero loco. Claro que también se refiere al propio Seldom, y hasta podría incluir en el saco a la famosa autora de Harry Potter, también súbdita de la Gran Bretaña). Con estos antecedentes uno se pregunta, ¿por qué ese cambio de actitud en Seldom?

Imagen película¿Qué pasa si entra un jugador más? Watling vs. Wood. Como ya se dijo previamente, el trabajo de ambos es aceptable, pero como pareja no encajan en ningún momento (sólo me pareció creíble el coscorrón que ella se pega al caerse de la cama). Me recordó la pareja de la insufrible El código Da Vinci. Ella parece desplazada, a disgusto, siempre por detrás de los dos personajes principales. Pero el problema no es de ella, sino de un guión que, salvo las escenas más íntimas con Martin, no le ofrece demasiado. Y es una lástima porque es una excelente actriz. La acción (bueno, los diálogos) recae mayoritariamente entre Seldom y Martin; el resto de personajes son más bien comparsas que aparecen por allí (se necesita a alguien a quien matar). Ese es uno de los principales inconvenientes para un público que iba con la idea de ver otra cosa, probablemente, más espectacular, más comercial. Vale, pues la respuesta de Martin a la pregunta inicial del párrafo, “Que hay que considerar más variables”.

No existe ninguna verdad fuera del mundo de las matemáticas”. Aunque en la película no aparecen demasiado, más bien son asuntos relacionados con la filosofía de la lógica y las propias matemáticas, y referencias a matemáticos o resultados célebres. A principios del siglo XX hubo una gran crisis en el mundo de la ciencia, relacionada con la fundamentación de la misma. Dentro de las matemáticas surgen varias líneas diferentes de pensamiento. Tres fueron las más destacadas: la de los logicistas, la de los formalistas y la de los intuicionistas. Para los primeros, la matemática se basa en la lógica, por lo que todo debe traducirse en términos de proposiciones lógicas a partir de las cuales demostrar otros resultados. Nada de imaginar figuras o de buscar similitudes entre el mundo físico y la matemática. Sus principales valedores fueron los ingleses Alfred Whitehead y Bertrand Russell. Los formalistas conciben la matemática como un juego combinatorio, sin sentido real alguno, en el que hay una serie de reglas formales convenidas de antemano con las que desarrollar tal juego. El principal defensor de esta línea de pensamiento fue el alemán David Hilbert.  Finalmente, L. E. J. Brouwer consigue reunir a los que no convencen ninguna de las anteriores ideas en un tercer grupo que opina que es la lógica la que se funda en las matemáticas. Para avanzar hay que descubrir nuevas propiedades y para ello no hay que dudar en dibujar, imaginar, examinar el mundo real (Los elementos y axiomas de la matemática son mucho menos arbitrarios de lo que podría parecer). Desde la época griega (y puede que desde antes), la lógica se basaba en tres principios “sagrados”:

1.- ley de la identidad: A es A.
2.- ley de la contradicción: A no puede ser a la vez B y no B.
3.- ley del tercio excluso: A es o bien B o no B, pero no hay una tercera alternativa.

Los intuicionistas rechazan la tercera ley (nunca mejor defendida su postura con su propia existencia, una tercera posibilidad entre las otras dos). Brouwer propone a los otros grupos la siguiente cuestión para decidir si es verdadera o falsa: La sucesión de dígitos 123456789 aparece consecutivamente en algún lugar de la representación decimal de π. Como no hay método alguno por ahora que pueda decidir en tiempo finito tal aseveración, no es posible aplicar la ley del tercio excluso para declarar que la proposición es cierta o falsa.

Y estos problemas de fundamentación no surgen sólo en la matemática: anteriormente, en la filosofía del lenguaje aparece Ludwig Wittgenstein, filósofo austriaco nacionalizado posteriormente británico que influyó en el positivismo lógico del llamado Círculo de Viena. Fue discípulo de Bertrand Russell en el Trinity College de Cambridge. ¿Representa la estructura del lenguaje la de la realidad? ¿Es coherente la idea de un lenguaje lógico? En vida escribe un único libro, el Tratactus Lógico-Philosophicus que Seldom enarbola como paradigma en sus conferencias.
En la Física la revolución aparece con el principio de incertidumbre de Heisenberg (Es imposible poder determinar la posición exacta de una partícula en un momento determinado) y en la matemática el teorema de indecibilidad de Gödel (Hay proposiciones perfectamente construidas de las que no es posible poder determinar su certeza o falsedad), ambas mencionadas en la película con bastante acierto.

Más adelante, Mrs. Eagleton  menciona su colaboración en el desciframiento de la máquina Enigma de los nazis. Aparece en una fotografía trucada con Alan Turing, del que dice  que “murió de forma muy extraña, comiendo una manzana como Blancanieves”. Se trata de un caso no aclarado como todos sabrán (se habló de suicidio) en el que las malas lenguas siempre han apuntado a un envenenamiento y en el que también aparece en danza su declarada homosexualidad. Ya hablaremos de este personaje con más calma, cuando comentemos el telefilme de la BBC sobre su vida, maravillosamente interpretado como siempre por Sir Derek Jacobi (Yo, Claudio). Mrs Eagleton afirma también que su difunto marido definió las dimensiones fractales, lo cual es absolutamente falso hasta donde sabemos, ya que este concepto fue intuido por Felix Hausdorff y desarrollado por Benoit Mandlebrot (que por cierto aún vive y puede pedir cuentas por esta apropiación indebida).

Luego llegamos al ridículo en que pone Seldom a Martin públicamente por su defensa de las matemáticas. “¡Yo creo en el número π!”. “La belleza y la armonía de un copo de nieve. ¡Qué poético, qué bonito! ¿Por qué no se lo dice a un enfermo de cáncer? ¿Por qué no le dice que las matemáticas no pueden predecir la evolución del tumor, o porqué sus células degeneraron a ese tumor?¿Quién ha sido capaz de predecir un solo huracán? ¿Belleza en el cáncer?¿La vida tiene sentido?¿Se rige por la lógica o por el azar? Esto no tiene nada que ver con la verdad. Es sólo miedo. Triste pero es lo que hay”. Argumentos duros pero todos rebatibles, Sr. Seldom. Tiempo al tiempo. También menciona en si discurso la obra Apologia de un matemático, de otro ilustre inglés, G. H. Hardy.

Ya se han comentado previamente otras referencias: a Lewis Carroll, lo que siempre toman los esotéricos de las matemáticas (sectas, Pitagóricos, tetractis, divina proporción, etc), el asunto del seguimiento de reglas y los juegos del lenguaje en sucesiones del que ya hemos hablado aquí reseñas atrás a propósito de los números de la serie Perdidos (Wittgenstein ya había demostrado teóricamente la imposibilidad de establecer una regla unívoca y ordenamientos naturales. La serie 2, 4, 8, puede ser continuada por el número 16, pero también con el 10, o con el 2007: siempre puede encontrarse una justificación, una regla, que permita añadir cualquier número como cuarto caso).

Sólo un último comentario sobre el “desconocido” teorema de Bormat. Es de suponer que el cambio de nombre al famosísimo último teorema de Fermat no sea por culpa de Fermat que lleva varios siglos criando malvas, sino del matemático que logró la demostración Andrew Willes (rebautizado en la película como Wilkes). ¿No ha permitido utilizar su nombre? No parece que haya sido por otra cosa. Y claro, como él ha probado el teorema de Fermat, había que cambiar también el nombre del teorema. Al inicio de la película se dice que los hechos acontecen en 1993. En esa fecha Willes dio una primera versión de la demostración, en la que posteriormente se detectó un error. No sería hasta 1995 cuando completó la demostración correctamente. En otro momento de la película, Podorov se lamenta de que no haya sido él el descubridor de tal demostración (ya se pueden imaginar por culpa de quien). Menciona la conjetura de Shimura-Taniyama mientras se tranquiliza sobre el brocal de un pozo. Dicha conjetura es un paso intermedio a la demostración, un resultado sorprendente que relaciona formas modulares con curvas elípticas. La historia de Taniyama es muy curiosa (y triste). El lector que la desconozca puede leerla en el magnífico El enigma de Fermat, de Simon Singhn, editado en nuestro país por la editorial Debate.

Series Lógicas

Seguramente todos hemos tratado alguna vez de resolver alguna serie lógica. Aparecen normalmente en la sección de pasatiempos de las revistas y consisten en continuar de modo lógico una serie de dibujos, secuencias numérico-espaciales, verbales, etc. Se utilizan mucho en los Tests Psicotécnicos para tratar de medir la capacidad intelectual de una persona por la aptitud que manifiesta para comprender y resolver las situaciones que se le plantean. Los expertos aseguran que estas pruebas disminuyen el factor subjetivo en la valoración de las personas, por ejemplo para su contratación para un determinado trabajo, pero como Seldom, en esto yo soy muy escéptico (quizá porque casi nunca acierto, o porque soy demasiado rebuscado), ya que normalmente con un poco de entrenamiento se logra la destreza suficiente para resolverlos.

En la película aparecen dos de estas series, una que no vamos a desvelar, rescatada por la maligna mente que manipula toda la acción de una enciclopedia de matemáticas, y la que denominan serie idiota, que personalmente he visto hasta en las páginas de pasatiempos de revistas del corazón, de esas que siempre (no sé porqué) tienen los consultorios médicos en las salas de espera y que no te queda otro remedio que mirar para no aburrirte.

Serie idiota

Si trazamos un eje vertical en el centro de cada dibujo, observamos que se trata de los números naturales reflejados por dicho eje. El número y ese reflejo componen cada uno de los dibujos.

Os propongo algunos para que os entretengáis un rato.

Serie de los puntos (mide la capacidad de deducción lógica).Se trata de decidir cuál de las tres opciones A, B o C es la que corresponde al lugar de la interrogación.

Recuadros

Serie de las imágenes (mide la inspiración creativa). Se trata como antes de elegir una de las tres opciones para continuar la serie. Se da incluso alguna pista.

Cuatro pruebasCuatro pruebas

El que acierte las cuatro pruebas, se puede decir que es completamente lógico. El que acierte tres, bastante lógico. El que falle dos, es un lógico a medias. Si acierta sólo una, tiende a ser una persona ilógica. Y si no acierta ninguna, despreocúpese, usted es una persona feliz.

Cuadrado

Una última cuestión, más sencilla. ¿Qué símbolo corresponde colocar, por lógica, en la casilla vacía del anterior cuadrado?

Último Comentario (por ahora)

Respecto a la puesta en escena propiamente dicha, uno de los mayores inconvenientes es el ritmo de la acción, muy rápido al comienzo, parón al medio con toda la historia de amor y la consecución de los crímenes, y finalmente vuelta a la rapidez (aunque menor que al principio) en el tramo final. Luego el rodaje de las mismas es un tanto irregular: frente a momentos bien realizados (las recreaciones históricas  de Wittgenstein en la I Guerra Mundial o la del hombre acusado de querer matar a su mujer por encontrarle un libro de crímenes imperceptibles; particularmente me gustó mucho la del seguimiento por parte de la cámara de varios personajes que se cruzan, Martin en bicicleta, Seldon tirando a la papelera el primer anónimo, etc.) hay otros que parecen sacados de un mal telefilme (la confusión policial con los autobuses, la del concierto). Por otro lado, la Policía no puede confiar plenamente como hace en los mayores sospechosos del primer asesinato que además son los que descubren el cadáver. Y el inspector Clousseau (bueno es otro, pero es tan torpe como él) no puede decir continuamente que no entiende nada de lo que dicen los protagonistas. ¿Y no se dice al principio que Mrs. Eagleton estuvo a punto de casarse con Seldom, o que tuvieron un romance? Desde luego hay amores que matan.

En fin, releyendo los párrafos anteriores da la impresión de que la película no es nada del otro jueves. Nada más lejos de la realidad. El mayor inconveniente es que Alex de la Iglesia ha sido demasiado convencional, algo a lo que no nos tiene acostumbrados. Debería haber tratado de arriesgar un poco más, lo cual es fácil decirlo, pero hay que contar también con las dificultades de rodar en otro país, en inglés, con actores internacionales, etc. (no hay más que darse un garbeo por su diario de rodaje). En todo caso, nos gusta que los cineastas echen de vez en cuando mano de las matemáticas, pero si fuera posible, de un modo más tangible y menos filosófico.

Más detalles sobre el libro y la película los podéis encontrar en la página aula matemática de nuestros amigos Abel y Marta Martín, que han reunido una extensa colección de fotos de películas sobre matemáticas.

Títulos Numéricos: Del 41 al 50. Así entre Julio Zárate y un servidor seguimos cumpliendo el objetivo de probar nuestra conjetura: Existen películas cuyo título en castellano contiene la sucesión de los naturales para n ≤ 50 (por ahora). Y aquí no vale utilizar la inducción (¿Por qué?)

41: El Cuarenta y Uno (Copok Nepbui (Sorok Pervyj), Grigori Chujrai , 1956, URSS).
41, el hombre perfecto (Pepe Romay, Méjico,  1982).
41 (41, Christian de Rezendes y Christian O'Neill, EE. UU., 2007). Documental.

42: La calle 42 (42nd Street, Lloyd Bacon, EE. UU., 1933).
Verano del 42 (Summer of '42, Robert Mulligan, EE. UU., 1971).
Vania en la calle 42 (Vanya on 42nd Street, Louis Malle, EE. UU., 1994).

43: La larga noche del 43 (La Lunga notte del '43, Florestano Vancini, Italia, 1960).
Con la Cuarenta y Tres División (Clemente Cimorra, España, 1938). Documental de guerra.

44: La calle 44 (The Mayor of 44th Street, Alfred E. Green, EE. UU., 1942).
Noventa y Nueve, Cuarenta y Cuatro por Ciento Muerto (Ninety Nine and 44 % Dead, John Frankenheimer, EE. UU., 1974). Esta vale también para el 99, obviamente.
Curso del 44 (Class of '44, Paul Bogart, EE. UU., 1973).
Luna 44 (Moon 44, Roland Emmerich, Alemania, 1990).

45: Colt 45 (Colt .45, Edwin L. Marin, EE. UU., 1950).
Un Cuarenta y Cinco para los Gastos del Mes (Carlos Asorey, España, 1985).
Amor del calibre 45 (Love and a .45, C. M. Talkington, EE. UU., 1994).

46: Código 46 (Code 46, Michael Winterbottom, Reino Unido, 2003).

47: Los 47 samuráis (Genroku Chûshingura, Kenji Mizoguchi, Japón, 1941).
U-47, comandante Prien (U 47 - kapitanleutnant Prien, Harald Reinl, Alemania, 1958).
Secuencia 47 (Cristian Molina Villanueva , España, 2000).

48: Cuarenta y Ocho Pesetas de Taxi (Fernando Delgado, España, 1930).
Cuarenta y Ocho Horas (José María Castellví, España, 1943).
Límite 48 horas (48 Hrs., Walter Hill, EE. UU., 1982).
Cuarenta y Ocho Horas Más (Another 48 Hrs,, Walter Hill, EE. UU., 1990).

49: Brigada 49 (Ladder 49, Jay Russell, EE. UU., 2004).

50: Cincuenta dólares, una vida (Lucky Devils, Ralph Ince, EE. UU., 1933).
El Tren de las Cuatro Cincuenta (Murder she said, George Pollock, Reino Unido, 1961).
Cincuenta millones y una mujer (Perfect Friday, Peter Hall, Reino Unido, 1970).
50 primeras citas (50 First Dates,  Peter Segal, EE. UU., 2004).

 

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